El libro cuyo título ha 'inspirado' el nombre de esta revista es, básicamente, un pequeño tratado sobre la hipocondría. Sobre la poesía, también, pero ese acento puede disculparse: lo escribió un poeta. Me gusta pensar, cuando pienso, que un ejemplo lujoso -espamentoso-- de lo incomunicable, podría ser, precisamente, una idea fija, si se entiende por esto algo así como el reflejo espiritual del dolor, o el ideograma sensible de los desvíos de una mente en extremo egoísta, que se obstina en funcionar demasiado bien hasta para la banalidad del mal. En fin, una obsesión. Pero si yo pensara que este 'espacio' -si se me permite la figura-- está destinado a algo tan vago, estrictamente imposible, comunicar, me abocaría en la próxima línea a una explicación, no sé si clara y concisa, acerca de por qué el nombre aludido consiste y no consiste en un oxímoron. Y, de paso, si pensara que hay algo menos inútil para mí que la literatura -digamos: inventar una página de internet-- me dedicaría a eso ahora mismo. Sostener este grado de arbitrariedad, sin embargo, requiere algo de astucia. Por lo tanto, remito al hiper-vinculado lector a la trampa propuesta en cierta página del librito en cuestión, donde se declara inútil todo acto o cosa cuya necesidad inmediata no se siente. De lo anterior debería inferirse que no intento justificar aquí un título, ni una actividad ni, fatalmente, una entidad (para el caso, una revista, un scriptor, un concepto). Quiero decir: para ser fiel al eco del que provienen estas líneas, debo referirme al mero acatamiento de una debilidad, evitando, para no aburrirme demasiado, la enunciación más o menos ripiosa de una patología que sólo ante el espejo es personal. Pero, pienso, la inmensa trivialidad que implica cualquier medio de comunicación (las masas están en otra parte) me exime de mayores comentarios. Por lo demás, hablar de una enfermedad, o al menos cifrar y descifrar los síntomas, los signos azarosos del dolor, se sabe, puede resultar una medida terapéutica adecuada en ciertas circunstancias. De no haber cura quedaría al menos, de ese persistir en sí, una evidencia: el texto insomne donde el cuerpo se entrega para siempre al acaso de un malentendido (oigo voces: ¿quien habla no está muerto? ) Y, si hay suerte, se sigue adelante, con alegre y malvada impunidad de convaleciente. Un paso, y hacemos una teoría de la forma; un paso más, y nos dedicamos a sostener que todo lo que se dice -el medio y sus fines: comunicación- importa mucho menos, incluso, que sus presupuestos, menos que las historias de generaciones de ideólogos, ejecutores y consumidores de uno 'mensajes' que, como las hojas, pasan, ajenos a cualquier afán; otro paso, y simulamos creer o descreer de la descentralización, las estructuras abiertas, los sistemas, redes... Es que, parece, vivimos de breves iluminaciones. Y, como siempre, para empezar a hablar, a desear siquiera deslizarnos por renovadas superficies en virtud de ese movimiento que lleva a la ilusión de decir algo, estamos solos. De acuerdo, Valéry; conscientes de nuestro mal, buscaremos, a partir de ahora, mejores compañías.
Leonardo Longhi - Abril de 2000
Si tan sólo uno pudiera simular la inteligencia, si pudiera escupir aquí una parrafada de oquedades altisonantes, un catálogo de academicismos o antiacademicismos que parezcan profundos, una ristra de justificaciones estéticas, poéticas, éticas, patéticas, algo que sirva como excusa para la existencia de esta revista, aunque más no sea un porque que le sirva de ancla al lector en su zozobra, que lo libere de la dura tarea de pensar, ocupación miserable y muy mal remunerada dicho sea de paso y con el eruto a flor de labios, pero no, uno no puede encontrar motivo más profundo que el capricho personal de hacer nuevamente una revista y no más que eso, hacer una revista porque sí, porque se nos canta las bolas, porque sopla el viento norte, porque el universo es demasiado grande y uno acá está medio al pedo, sin por ello caer obviamente en una alaquetecriastez forzada o en un tribalismo paraentendidos, que uno ya no es inocente y todo lo que hace es o a propósito o un vicio irreversible y no es cuestión de pretender andar espantando burgueses que no sólo están curados de espanto sino que les interesa un carajo lo que uno podría llegar a hacer o decir, o lo que cualquier artista podría llegar a hacer o decir, ni tampoco es cuestión de andar así como así haciéndose el puro e inmaculado, que los prejuicios abundan y a mucha honra, uno aborrece y aborrece con toda la furia y por lo tanto esta incertidumbre de principios declarados ya es una declaración de principios, una exclamación en contra de los que aseguran tener principios, razones y certezas, de los dogmas explícitos e implícitos, de las soberbias intelectuales, de los capillismos, del trenzaje, de las recíprocas sobadas de lomo, de los que creen haber encontrado la vera forma de lo literario, y entonces quizás aquí hay un porque, quizás no, quizás simplemente sea algo que surge a raíz de ponerse a pensar en uno mismo ante la acción revisteril, incluso hasta podría ser una falsa autocreencia, un convencimiento de algo que no existe, quién sabe, la única certeza real es que hacer revistas es una de las pocas cosas que sabe hacer más o menos decentemente y que le causan placer, entonces, por qué no, ¿cierto?, que tener ganas de meterse en algo que no dé guita hoy día estará mal visto pero no es poca cosa, sabe.
Saurio - Abril de 2000
Y es entonces cuando uno se da cuenta que el tiempo pasa más velozmente en los tiempos interesantes y que ya ha transcurrido un año sin dar señales de vida y se pregunta qué pasó y se responde vos sabés, porque uno sabe lo que pasó, que no fue poco, aunque no todo salió en los diarios ni fue de público conocimiento ni trágico catastrófico cataclísmico ah ah ah la urgencia de la historia y todas esas cosas que se dicen, si es que se dicen, porque uno no puede estar menos que confundido y resonando como el benceno entre la furia reivindicativa y el cinismo paranoico, amén del terror más allá del pequeño provincialismo que nos aqueja, porque allá afuera hay monos con navajas mucho más grandes y filosas que los limpiauñas con los que nos revuelven las llagas la caterva de enunciadores de espejos rasgados que tenemos por acá, o sea, ojo con entretenerse mirando a los que mean el arbusto y no darle bola a los que nos van a terminar quemando el bosque, que al fin y al cabo la única enseñanza que deja la historia es que vivir ha sido siempre una ocupación miserable y muy mal remunerada, pero me estoy yendo a la mierda, me estoy enredando en un laberinto críptico y no explicando que, bueno, uno se distrajo y el calendario se le vino encima, que pese a todo uno sigue, aunque no creyéndose eso de la resistencia cultural o pamplinas así, no hay tal renacer no hay tal resistencia no hay tal nada, sólo un repliegue de los oropeles del carnaval de los garcas y entonces ah, mirá vos lo que encontramos, gente que hace cosas que la soberbia clasificatoria de la modernidad llamó cultura con cu mayúscula y un tremular barífono en la epiglotis, mirá cómo baila mirá cómo escribe mirá cómo canta mirá como pinta mirá cómo actúa mirá cómo toca, ah, el arte que no es morirte de frío, ah, el arte, sublime expresión del alma humana, ulalá mon petí miñón, trejolí, arvuá, qué sensibilidad, qué cultura más resistente, más nacional y popular, más auténticamente auténtica, de plena autenticidad, ieva ieva, bagaiero, que nos agarra un ataque de identidad y civismo y nos tragamos cualquier cosa que suene a bienpensar progre, ahora sí que vamo a poder, que vamo a mostrarnos tal cual somos, sin tapujos ni hipocresías, resistiendo desde la cultura, renaciendo de entre las cenizas y abandonando la vanidad y el anhelo de vientos, los espejitos de colores de la opulencia neoliberal, ahora hemo aprendido la lesión y no no vanangañar má no no vana meter má la mula, ahora semo todo culto, semo todo superado y puro de culo y alma, ¡por favor!, no jodamos y no nos creamos lo que nos dicen por ahí, ni por aquí, ni por otro lado, o sea, tampoco es que uno sea necio o se desagrade porque ante la carencia de maiamis algunos se consuelen leyendo o consumiendo eso que llaman cultura, tut le contrer monamí, bienvenidos sean y si se quedan por acá mucho mejor, al fin y al cabo fue uno y no otro quien alguna vez escribió que sólo el arte liberará al mundo o que el poeta es el forúnculo social o que, pero también es de recordar que ese uno era más joven que uno y los años no vienen en vano, mijito, el cinismo se hace más carne, uno no puede olvidarse que la presencia del observador determina la existencia del objeto observado y mucho menos preguntarse por qué ahora observar un objeto que hasta ahora no habían observado, por qué espumarse la boca altisoneando en tapa la rimbombancia del renacer cultural, de la resistencia intelectual, en fin, nuevamente uno se pierde en meandros, en ventilar resentimientos y terquedades, en pelearse con gente que ni se entera de que uno intenta pegarle porque quizás ni siquiera uno sabe a quién carajo le está pegando o si siquiera está pegando, por qué no decir simplemente que uno hace lo que puede y lo que no lo compra hecho, que no se puede uno escapar a lo que uno es y entonces, bueno, uno saca, por ejemplo, una revista bastante literaria en la que mete las cosas que le gustan y le cuadran con lo que consciente e inconsciente se le revuelve adentro y alrededor en ese momento particular de su efímera existencia, que no hay más explicación que esa, y entonces, sí, puede ser, no fue a prosópito, que le salga un número quizás un poquito más explícito en lo político que el resto, aunque el resto es quizás un poquito más auténticamente político que éste, vaya uno a saber, y ahí va uno, a saber, a tratar de hacerse un poco menos ignorante olvidando lo que el resto conoce, porque de eso se trata también, de olvidar lo que es el sentido común, que es el más mítico de los sentidos y, por lo tanto, el que más oculta y distrae, de no transitar las avenidas sino las callecitas laterales y mal iluminadas, ir por los pajonales, cerca del alambrado y los charcos con garzas y lentejitas, de identificar las hierbas aromáticas que otros creen yuyos, de prestarle atención al fondo y no darle tanta bola al primer plano, pero, claro, ustedes ya lo saben, si no no estarían acá, leyendo este tramo final de esta larga confusa oscura ambigua oración que peroréa, pontifica y da explendor.
Saurio - Verano de 2003
En fin, que aquí estamos, con once años a cuestas y casi como empezando de nuevo. Es que ya no queríamos seguir con La Idea Fija y, por eso, nos pusimos a hacer La Idea Fija, pero evolucionada. Que, básicamente, va a ser la misma cosa que antes, pero distinta, porque los que la hacemos somos los mismos, pero distintos, porque tenemos once años más encima y mucho menos pelos en las cabezas. Lo que tampoco significa nada, porque hay tanto viejo pelado al pedo dando vuelta por ahí que ni se replantea lo que ha venido haciendo en los últimos tiempos ni se lanza contra nuevas paredes para verificar si estas se pusieron blandas de repente.
La cuestión es que once años en la web son como ciento veintiuno en el mundo real y las cosas cambiaron mucho como para seguir haciendo una revista en HTML, especialmente cuando en el medio aparecieron los blogs y no sólo se democratizó aún más el asunto sino que hasta se desprestigió el formato, porque no faltan los despistados que confunden una cosa con otra y no, querido, no es lo mismo una revista web que un blog, es otro concepto, es otro laburo, aunque vos no lo veas y te creas que se'gual, como decía el filósofo barrial Domingo Tinguitella. No, no voy a hablar de la web 2.0 o 3.0 o el numerito fashion que quieras porque no, la web es una y evoluciona. ¿Acaso alguien habló de imprenta 2.0 cuando mejoraron el invento que Gutenberg que choreó a los chinos? ¿'tonces? O sea, eso, que la cosa en la web cambió, que se democratizan los ebooks y otros formatos digitales más parecidos al papel en sí, así que, bue, iremos por ese lado, seguramente probaremos suerte cruzando la frontera de lo virtual a lo real y, quién sabe, hasta en una de esas le pondremos el cuerpo al asunto y nos materialicemos en algún tipo de vivo y directo. Es toda una incógnita, y eso es lo divertido.
Pero, más allá de cuestiones formales que ya van a ver en su momento, cuando ese momento llegue, lo importante es que estamos tratando de recuperar el viejo entusiasmo punkoide que nos movió en ese entonces, tamizarlo con los años de experiencia y volver a decir “Aquí estamos, esto es lo que hacemos, ¿algún problema?”
Saurio - Abril de 2011