Para que mentir
Saurio
Y es entonces cuando uno se da cuenta que
el tiempo pasa más velozmente en los tiempos interesantes y que ya ha
transcurrido un año sin dar señales de vida y se pregunta qué
pasó y se responde vos
sabés, porque uno sabe lo que pasó, que no fue poco, aunque
no todo salió en los diarios ni fue de público conocimiento ni trágico
catastrófico cataclísmico ah ah ah la urgencia de la historia y todas
esas cosas que se dicen, si es que se dicen, porque uno no puede estar
menos que confundido y resonando como el benceno entre la furia reivindicativa
y el cinismo paranoico, amén del terror más allá del pequeño provincialismo
que nos aqueja, porque allá afuera hay monos con navajas mucho más grandes
y filosas que los limpiauñas con los que nos revuelven las llagas la
caterva de enunciadores de espejos rasgados que tenemos por acá, o sea,
ojo con entretenerse mirando a los que mean el arbusto y no darle bola
a los que nos van a terminar quemando el bosque, que al fin y al cabo
la única enseñanza que deja la historia es que vivir ha sido siempre
una ocupación miserable y muy mal remunerada, pero me estoy yendo a
la mierda, me estoy enredando en un laberinto críptico y no explicando
que, bueno, uno se distrajo y el calendario se le vino encima, que pese
a todo uno sigue, aunque no creyéndose eso de la resistencia
cultural o pamplinas así, no hay tal renacer no hay tal resistencia
no hay tal nada, sólo un repliegue de los oropeles del carnaval de los
garcas y entonces ah, mirá vos lo que encontramos, gente que hace cosas
que la soberbia clasificatoria de la modernidad llamó cultura
con cu mayúscula y un tremular barífono en la epiglotis, mirá cómo baila
mirá cómo escribe mirá cómo canta mirá como pinta mirá cómo actúa mirá
cómo toca, ah, el arte que no es morirte de frío, ah, el arte, sublime
expresión del alma humana, ulalá mon petí miñón, trejolí, arvuá,
qué sensibilidad, qué cultura más resistente, más nacional y popular,
más auténticamente auténtica, de plena autenticidad, ieva ieva, bagaiero,
que nos agarra un ataque de identidad y civismo y nos tragamos cualquier
cosa que suene a bienpensar progre, ahora sí que vamo a poder, que vamo
a mostrarnos tal cual somos, sin tapujos ni hipocresías, resistiendo
desde la cultura, renaciendo de entre las cenizas y abandonando la vanidad
y el anhelo de vientos, los espejitos de colores de la opulencia neoliberal,
ahora hemo aprendido la lesión y no no vanangañar má no no vana meter
má la mula, ahora semo todo culto, semo todo superado y puro de culo
y alma, ¡por favor!, no jodamos y no nos creamos lo que nos dicen por
ahí, ni por aquí, ni por otro lado, o sea, tampoco es que uno sea necio
o se desagrade porque ante la carencia de maiamis algunos se consuelen
leyendo o consumiendo eso que llaman cultura, tut le contrer monamí,
bienvenidos sean y si se quedan por acá mucho mejor, al fin y al cabo
fue uno y no otro quien alguna vez escribió que sólo el arte liberará
al mundo o que el poeta es el forúnculo social o que, pero también es
de recordar que ese uno era más joven que uno y los años no vienen en
vano, mijito, el cinismo se hace más carne, uno no puede olvidarse que
la presencia del observador determina la existencia del objeto observado
y mucho menos preguntarse por qué ahora observar un objeto que hasta
ahora no habían observado, por qué espumarse la boca altisoneando en
tapa la rimbombancia del renacer cultural, de la resistencia intelectual,
en fin, nuevamente uno se pierde en meandros, en ventilar resentimientos
y terquedades, en pelearse con gente que ni se entera de que uno intenta
pegarle porque quizás ni siquiera uno sabe a quién carajo le está pegando
o si siquiera está pegando, por qué no decir simplemente que uno hace
lo que puede y lo que no lo compra hecho, que no se puede uno escapar
a lo que uno es y entonces, bueno, uno saca, por ejemplo, una revista
bastante literaria en la que mete las cosas que le gustan y le cuadran
con lo que consciente e inconsciente se le revuelve adentro y alrededor
en ese momento particular de su efímera existencia, que no hay más explicación
que esa, y entonces, sí, puede ser, no fue a prosópito, que le salga
un número quizás un poquito más explícito en lo político que el resto,
aunque el resto es quizás un poquito más auténticamente político que
éste, vaya uno a saber, y ahí va uno, a saber, a tratar de hacerse un
poco menos ignorante olvidando lo que el resto conoce, porque de eso
se trata también, de olvidar lo que es el sentido común, que es el más
mítico de los sentidos y, por lo tanto, el que más oculta y distrae,
de no transitar las avenidas sino las callecitas laterales y mal iluminadas,
ir por los pajonales, cerca del alambrado y los charcos con garzas y
lentejitas, de identificar las hierbas aromáticas que otros creen yuyos,
de prestarle atención al fondo y no darle tanta bola al primer plano,
pero, claro, ustedes ya lo saben, si no no estarían acá, leyendo este
tramo final de esta larga confusa oscura ambigua oración que peroréa,
pontifica y da explendor.