Hagamos historia: ¿Cómo empezaste como escritor?
“Composición tema”, un par de buenas notas repetidas, muchas lecturas, los primeros intentos y un profesor que me pidió mis cuadernos para leerlos en otras divisiones. Nunca supe qué comentarios pueden haber provocado mis porquerías de entonces pero fue un aliento muy motivador. A los 18, más o menos, mandé las primeras cosas a concursos, me vinculé a una editorial del Partido Comunista que se llamaba Hoy en la Cultura. No tenían intenciones de publicarme, querían que vendiera los libros de ellos sin cobrar un peso. Casi enseguida apareció Nueva Dimensión en el horizonte. En rigor a la verdad, como no era la único que hacía, ni me di cuenta que estuve unos 5 años escribiendo y corrigiendo (tampoco es tanto tiempo) después de ser publicado en Nueva Dimensión me senti escritor, y aunque tuve altibajos y períodos secos nunca dejé de sentirme un escritor.
En Nueva Dimensión me publicaron un cuento en 1970 y luego otros en 1972 y 1973. No había muchos lugares de ese calibre para publicar y durante años fue lo único que tuve publicado. Luego se produjo una pausa que casi me saca del juego. Terminé los setentas bastante “guardado”, por razones que se comprenden; no sólo no había donde publicar, tampoco había ganas. Nueva Dimensión dejó de venderse en la Argentina (la ciencia ficción era una cosa “subversiva”) y sólo pude conseguir algunos ejemplares (y saber que seguía viva) hacia fines de la década gracias a una amiga, azafata de Aerolíneas. O sea que tuve mi primer “bache” de casi diez años. Seguí escribiendo, pero sin un gran entusiasmo.
La cosa se animó hacia fines de la década. Apareció en escena Marcial Souto, y si bien las primeras cosas que editó fueron bastante efímeras (la Revista de ciencia ficción y Fantasía —tres números— y Entropía —un número—, la solidez de la empresa con la que se relacionó en 1979 —La Urraca, que por entonces editaba la revista Humor— permitió los primeros presagios esperanzados en mucho tiempo. El Péndulo fue una experiencia maravillosa aunque no perfecta. Marcial era (y supongo que sigue siendo) un perfeccionista. El producto que creó era de una calidad superlativa, pero no encajaba demasiado con los ritmos de la gente de La Urraca. Tal vez, de parte de la empresa, faltó compromiso, pero tampoco se puede ser feroz con los números puestos. ¿A quién se le ocurre que alguien que vende 200.000 ejemplares de algo cada 15 días va a estar interesado en otro algo que vende 10.000 cada dos meses?
Hubo un poco de eso, otro poco de que Marcial no es un comerciante, alguien capaz de ceder algo para seguir. Y el proyecto colapsó, no sin antes dejar un profundo surco en el campo. Aprendí muchísimo de Marcial; él me enseñó a corregir, a ver qué funcionaba y qué no en un texto. Por suerte la caída de El Péndulo desembocó en el proyecto Minotauro, que permitió que casi el mismo equipo pasara a editar una revista un poco más modesta, pero con aspiraciones más literarias. Lo que no sé es si la falta de la presión que mete una editorial “grande” no nos hizo más mal que bien. Fue un tiempo glorioso que culminó con la colección de libros en la que se publicó Cuerpos Descartables y la antología que el mismo Marcial hizo para Eudeba, donde me codeé por primera vez con los grandes del género en la Argentina. También, casi al mismo tiempo, se publicó en España Latinoamérica Fantástica, que compiló Agustín Jaureguízar y yo prologué.
Pero tengo que volver un par de pasos atrás. El Péndulo permitió que yo publicara una carta que hoy parece ser bastante famosa. La carta era una convocatoria abierta y mucha gente, que hasta ese momento estaba dispersa, respondió al llamado. Se hicieron las primeras reuniones, semejantes a las tertulias que se hacen ahora. En algún momento alguien (no yo, que no soy partidario de las organizaciones cristalizadas) propuso hacer un club, círculo, una asociación. Por suerte yo ya estaba embarcado en hacer un fanzine y no quedé en el ojo de la tormenta. La organización del Círculo Argentino de Ciencia Ficción fue cosa de otros y yo me pude dedicar a parir Sinergia. Así que al promediar la década de 1980 teníamos un club, reuniones, una revista profesional (y luego otra, que la reemplazó) y un fanzine que fue seguido de otro, y otro, y otro. Antes de que tomáramos conciencia de lo que pasaba había un docena de fanzines y, ante la propuesta de convertir Sinergia en revista profesional, contraoferté hacer otra revista que no fuera Sinergia. Esa revista fue Parsec, un aceptable éxito por la experiencia que atesoré y un fracaso comercial porque me metí con gente que no entendía nada del asunto. Era demasiado. Aunque seguí con Sinergia después de que Parsec dejó de salir (aparecieron seis números pero estaba muerta desde el primero) empecé a sentirme cansado, saturado. Y en 1987 u 88 paré del todo. Permanecí dedicado a otros menesteres durante varios años, tal vez con la torpe pretensión de juntar plata y retirarme a escribir. Lo que logré fue una nueva frustración comercial y endeudarme hasta las orejas. En el peor momento, tal vez estimulado por el cuento que salió en una antología que compiló Pablo Capanna y en la que estuve junto a Borges, Bioy, Lugones, Gorodischer y Gardini, entre otros, decidí volver a la literatura y aquí estoy, ahora dedicado de lleno a escribir mis cosas, seleccionar material para Axxón, para antologías (salieron dos) y ganarme la vida escribiendo libros de divulgación para una editorial española. Algunos de los libros que escribo me gustan más que otros, pero a veces puedo hacer lo que quiero, como en el caso del que acaba de ser publicado: El universo de la ciencia ficción/Los mejores escritores anglosajones del género. Tengo otros proyectos de los que no quiero hablar hasta que no se concreten.
La experiencia de Axxón en particular y las posibilidades que brinda un medio en el que se me permite hacer lo que creo conveniente (Eduardo J. Carletti es el director de Axxón, pero me da absoluta libertad para seleccionar lo que creo valioso) ha desembocado en una tentativa incomparable, ya que estamos compartiendo un crecimiento numérico (cada vez tenemos más lectores) con un crecimiento cualitativo. Un grupo de autores, que podemos considerar “de la casa”, obtiene logros en otros ámbitos, empiezan a ser reconocidos y nos permiten desarrollar temas y formas que nos movilizan. Es difícil hablar de algo que está ocurriendo en este mismo momento. Y eso es lo que quiero destacar: está ocurriendo en este mismo momento.
¿Cómo son tus hábitos de escritura?
No tengo. No sé siquiera si tengo algún hábito, cosa que me sirve para que la gente (mi propia familia incluida) me mire "raro". Escribo sin método ni lógica. A veces escribo a la madrugada, cuando me caigo de sueño. Suelo escribir cosas a último momento, sobre el cierre de concursos o convocatorias. Soy un desastre, aunque me empeño en que todo el mundo crea lo contrario.
Actualmente ¿qué estás escribiendo?
Estoy escribiendo un libro alimenticio sobre los Templarios. Me espera uno ídem sobre los Cátaros. Estoy corrigiendo una novela y terminando otra. Todo el tiempo escribo cuentos para aquí y para allá. Me comprometo a más cosas de las que puedo cumplir. Soy un desastre, aunque me empeño en que todo el mundo crea lo contrario. (¿Ya lo dije?)
¿Y qué otras cosas relacionadas con la escritura estás haciendo?
Si "cosas relacionadas con las escritura" es seleccionar el material para Axxón, preparar antologías, relacionarme con escritores de todo el mundo con fines inconfesables, escribir artículos de difusión o teóricos... sí, estoy haciendo una serie de cosas relacionadas con las escritura.
¿Querrías hablar en detalle de tus libros?
No. Prefiero que mis libros, que son muchos menos de los que quisiera, hablen en detalle de sí mismos, si pueden. Debería estar publicada la novela que fue finalista del Minotauro, El Juego del Tiempo, y no lo está. Pero como estoy conversando con editores preferiría dejar este ítem entre paréntesis
¿Cuáles son tus proyectos actuales, si es que se puede saber?
No sé si tengo proyectos. Terminar la novela corta para el UPC. Escribir una novela histórica que me inspiró un episodio de las Cruzadas. Publicar lo que tengo pendiente para no tener que volver una y otra vez sobre lo mismo.
La pregunta maldita: ¿Qué es la ciencia ficción?
No es una pregunta maldita, pero tampoco es una pregunta que se pueda contestar. Es muchas cosas. Es una etiqueta tan cómoda como tonta que se utiliza para designar creaciones tan heterogeneas que en realidad no designa nada. A la hora de definir yo diría que la ciencia ficción fue un género literario que nació en las revistas populares norteamericanas y que evolucionó hasta convertirse en ficción especulativa, abarcando una enorme gama de posibilidades temáticas y admitiendo estilos experimentales y audacias que hubieran sido impensables no sólo para Hugo Gernsback sino también para John Campbell. Por fortuna llegaron Gold, Boucher, Pohl, Ferman, Wollheim y varios otros y prepararon el terreno para la gran revolución inglesa con
Moorcock, Ballard, Aldiss y Brunner, que le cambiaron la cara y la ropa al género. En USA reaccionaron un poco más tarde, y aunque siguen con la nostalgia y aún usan el nombre, hoy se escribe con mayor libertad y no me parece que algo tan amplio y rico merezca recibir el mismo nombre que se usa para designar los repelentes productos de Jólibud.
Vos acuñaste (o al menos "popularizaste") el término "Realismo conjetural" como reemplazo de la etiqueta "Ciencia Ficción". ¿Podrías explicar por qué y en qué consiste el realismo conjetural?
He sostenido que para aplacar a los que necesitan etiquetas hacía falta una que englobara (sin que por eso lograra definirlas) a una serie de formas ficcionales que no caben en ningún lado. La ciencia ficción no las acepta, la corriente principal les pone cara de asco y llamarlas "cosas inclasificables" no es lo que se dice una buena manera de clasificar. Así que manoteé una definición del francés Pierre Versins que alguna vez usó Borges (a sabiendas o por pura casualidad) y deformé un poco un criterio de Pablo Capanna acerca de una cantidad de obras que, como dije antes, no encajan en ninguna parte. La idea es que leves fracturas o desplazamientos de la realidad dan lugar a situaciones especulativas que se ficcionalizan sin obedecer a las reglas del realismo (aunque sin dejar por eso de tener un pie en la "realidad") ni las de la fantasía (sin dejar de ser por eso irreales). Pongo en ese casillero lo inverosímil (que no veo por qué un escritor de ficciones debería tratar con recelo, ¿o es que acaso alguna ficción es "absolutamente" verosímil?) y lo raro, mientras le busco un rincón en el que pueda sentirse cómodo. Boris Vian es un escritor que encajaría perfectamente en esa "clasificación", Vonnegut o Suskind o Vidal también. Aunque decir que esos encajan en algún lado es también un disparate. Digamos que encajan un ratito, hasta que dejan de encajar. O sea que realismo conjetural sería una definición provisoria para ficciones inasibles y muy inestables.
Es conocido tu desagrado por la fantasía ¿podrías explicar por qué?
Porque es una literatura masturbatoria e inútil. Cuando no es masturbatoria e inútil es realismo conjetural, no fantasía. En realidad, el tema, no es qué es, sino para qué es... Si es para escribir buena literatura, no me molestan ni los dragones, ni los hechiceros, ni los guerreros anabolizados, ni las princesas histéricas de puro vírgenes, y llegado el caso no me molestan ni los vampiros, ni los hombres lobos, ni los ghouls. El escritor tiene que echar mano a lo que crea adecuado para que su creación sea rica, poderosa, brillante; para que impacte en el lector, para que lo conmueva, para hacerse recordar. Lo demás es material. Es decir: no importa con qué construya la casa si es sólida, cómoda, abrigada en invierno y fresca en verano. Las clasificaciones son para comodidad de los libreros, pero no más. Cuando los escritores y los lectores se atan a las clasificaciones se limitan voluntariamente, se circunscriben y a la larga se mediocrizan, porque terminan renunciando a la exploración de territorios ignotos y a la invención de zonas previamente inexistentes. La literatura fantástica (en general) es el universo más interesante porque no se priva de nada. Y cuando clasificamos estamos enguetando, cerrando y repitiendo. Entre las cosas que publicamos en Axxón hay muchas cosas que mezclan "géneros" de un modo que habría que habilitar una nueva gaveta. Se me ocurre que los nuevos buenos escritores del campo fantástico tendrán que ser una suerte de ingenieros genéticos capaces de crear gatiloros, clavelontes y leochubabs o resignarse a repetir la enésima historia del vampiro que sufre porque le gustaría ser jugador de Platense si no fuera porque Platense juega los sábados a la tarde...
Vos sos un gran promotor de la ciencia ficción en castellano ¿Qué diferencias tiene con respecto a la cf anglosajona?
Las diferencias entre cada una de las expresiones o formas locales de la ciencia ficción (o literatura especulativa) con la anglosajona se justifican fácilmente a partir de lo que cada individuo, nacido en determinado medio, crea que puede o no puede escribir. Estoy leyendo ficciones rusas, indias, hebreas, croatas, lituanas, italianas, portuguesas y por supuesto latinoamericanas y españolas, y veo que en la medida que el escritor no trata deliberadamente de copiar modelos para agradar allá en el norte y, eventualmente, ser publicado y ganar unos dólares, lo que le sale es la expresión de sus miedos y esperanzas. Básicamente eso: nuestras pulsiones y la voluntad de plantearnos el consabido “qué pasaría si...” nacen en lo que tememos y no queremos que ocurra y en el ansia de que nuestro futuro se modele satisfactoriamente. Sobre ese eje hace equilibrio todo el sistema. Por supuesto que a primera vista, y arriesgándome a una generalización torpe y tonta, puedo agregar algo: “allá” tienen un mercado y los escritores (insisto, en general, no es que no haya particularidades) se sienten condicionados por los deseos de los lectores y lo que esos lectores pueden llegar a comprar. Algo parecido pasa en España, aunque en menor grado. En los países en los que los escritores escriben desde sus entrañas, el resultado es otro, en cierto modo más comprometido, más cuidado en lo expresivo y menos condescendiente con el lector. Eso me hace feliz. Espero que siga así el día que tengamos un “mercado”, si ese día llega alguna vez, claro.
Y ya que de anticipación se trata, ¿qué futuro le augurás a la cf en castellano?
Yo diría que está contestado. El futuro es auspicioso para los que entiendan que mercado no es sinónimo de nada, que mercado es una idea tautológica que poco o nada tiene que ver con la literatura. No digo que el escritor no tenga que vivir de lo que escribe; sería genial. Pero no puede escribir pensando en eso y más aún: que algún día gracias a eso se formará mágicamente el sacrosanto mercado y habremos parvas de Stephens Kings, Rowlings e hijos de Herberts.
Vos has tenido y tenés una larga trayectoria como editor/antologista. ¿Podés contar un poco cómo es esa faceta tuya?
No. Es aburrido. Un 90% del tiempo perdido en broncas con los idiotas que se creen que han escrito una obra maestra y que el editor no se da cuenta, otro 90% de tiempo perdido leyendo cosas que no sirven y aunque el escritor también lo sabe las manda igual, otro 90% armando cosas que "seguro" se editarán pero luego no se editan porque nadie lee cuentos... Ser eso, antologista, editor, compilador, es como ser cartonero, un trabajo sucio. Y lo hago porque soy un apóstol de la literatura... No, es un chiste; me encanta descubrir autores y que me prometan que me pagarán el 10% de todo lo que ganen en el futuro...
¿Cómo encarás una nueva antología y qué buscás en los autores que irían incluidos en ellas?
Depende de qué antología. Trato de hacer antologías temáticas o con un criterio definido porque odio los "rejuntes". Justamente eso forma la parte "en serio" de lo que más arriba digo en broma. Me acuerdo que mi mamá compraba anchoas en salmuera porque a mi papá le encantaban. Ella hurgaba en la sal hasta dar con una anchoíta de mierda y yo me quedaba pensando si valía la pena haberse destrozado los dedos para eso. Ahora me doy cuenta de que hago lo mismo.
El ajedrez es una de tus pasiones. ¿Podrías contarnos cómo comenzaste a jugarlo?
De chico, en el barrio jugábamos a la pelota y también al ajedrez. Mi viejo jugaba y mi familia solía visitar a unos amigos, el doctor Floreal Carballo, oftalmólogo él, uno de los introductores de la acupuntura en la Argentina, que se había dedicado intensamente al ajedrez y llegó a jugar finales del campeonato argentino en los años cuarenta, a través de él descubrí que, además de poder jugarlo con los chicos del barrio, el ajedrez era una cosa seria, que se estudiaba en libros. Floreal me prestó revistas de ajedrez y me enseño a interpretar el sistema de anotación, por entonces P4R etc. Cuando empecé a estudiarlo tenía unos 7 años.
Y después de esto te fuiste metiendo más en el juego, hasta hacerte un jugador experto ¿no?
Experto lo que se dice experto, no. Soy un aficionado fuerte que busca en el ajedrez más cosas de las que el ajedrez suele proporcionar a través del juego mismo. Nunca me preocupó llegar a jugar "muy bien", me alcanza con jugar "bastante bien" y entender el juego y sus lazos con otras cosas de la realidad y de la fantasía. Siempre viví el ajedrez como un nexo entre lo real y lo ficcional, una especie de cosa fluctuante que se mueve entre dos universos: reglas básicas firmes, tendencia a la victoria objetiva, necesidad de un corpus de conocimientos creciente para no quedarse atrás con respecto a los otros jugadores, ese es el aspecto que yo vinculo a lo real. Pero una vez en el tablero las posibilidades son múltiples, la fantasía se multiplica, el plano simbólico cobra relevancia, relaciones efímeras y estallidos controlados en cada jugada que se hace o se padece, multitud de configuraciones posibles que parecen, a su vez, reconfigurar el universo creado ad hoc por cada partida... imaginate que así, "ver" una trama (literaria) en cada partida no es nada del otro mundo
A ver, explicame esto de la fantasía, de ver una trama literaria en la partida. Digo yo, que en ajedrez apenas soy un movedor de piezas.
No es difícil que a partir de los primeros movimientos uno, como jugador-dios se enamore de una pieza a la que le augura un destino cierto en la partida. Puede ser un destino trágico, de sacrificio o un destino glorioso. Lo cierto es que poco a poco dejan de ser símbolos (de madera o virtuales, eso poco importa) y se encarnan, juegan sus roles, colaboran entre sí.
Esta es una pregunta de la que ya conozco la respuesta, porque ya te publicamos un cuento con temática ajedrecística, pero debo preguntarla para seguir el hilo de la conversación: ¿aprovechaste esta cualidad literaria del ajedrez para escribir algo?
Sí, escribí una veintena de cuentos, que espero ver publicados, en los que el ajedrez es el tema. En algunos casos lo es desde lo satírico, interpretando lo que el ajedrez tiene de manía, de vicio; el mundillo del ajedrez (como todos los mundillos), con sus personajes raros y estrambóticoses una fuente inagotable de temas. Pero luego está el plano simbólico. En un cuento que se llama "El milésimo aniversario" una entidad no humana revive a dos grandes jugadores del pasado para que re-jueguen la partida que jugaron diez siglos atrás. La entidad no sabe jugar al ajedrez pero le fascina y los humanos resucitados tienen que luchar contra la vanidad uno (el que ganó), que lo impulsa a repetir lo hecho, contra la tristeza de la derrota el otro. Repitiendo lo hecho contradicen (y pueden vencer a la entidad que los resucitó) pero para eso tienen que superar el determinismo que implica jugar con el resultado puesto. Es un cuento complicado, cuando lo volví a leer luego de algunos años no lo entendí pero este asunto del jugador-dios es todo un tema, a Borges le fascinaba aunque nunca escribió cuentos netamente ajedrecísticos salvo "El milagro secreto" en el que roza el tema. En cambio Abelardo Castillo, que es un gran jugador, se interesó por otros aspectos y puso el tema en primer plano en dos o o tres cuentos.
Sí, es todo un tema eso del jugador-Dios. No por nada a la Muerte se la hace jugar al ajedrez y no,qué sé yo, a la Oca.
Es que parece que tenés destinos en tus manos, cuando movés las piezas por el tablero
Y ya que mencionás una entidad no humana, ¿te parece que el ajedrez podría ser un medio de comunicación con un ser extraterrestre?
Podría. Hay varios cuentos en los que eso se toca: uno malo, de Barry Malzberg, que se llama "Siciliana cerrada", uno de Timothy Zahn, bastante mejor, que en realidad no habla del ajedrez sino de juegos como el ajedrez en general - no recuerdo el título de ese, tendría que buscarlo, hay uno de Ian Watson, me parece, pero no lo leí.
Aparte de servirte para alguna trama o tema específico, ¿te parece que el ajedrez te sirvió para tu escritura?
Sería una suerte de campo neutral con elementos que podrían ser comprendidos por mentes muy diferentes. Creo que el ajedrez modeló mi forma de pensar, apelo a una lógica ajedrecística frente a problemas específicos de una trama, además el ajedrez tiene ritmos (un doble ritmo que es la combinación de la línea del adversario y la propia), ese doble ritmo se podría dibujar y sería como una huella dactilar: jamás se repetiría, cada partida es, de hecho, una obra única y tiene la ventaja de que, como las piezas literarias se pueden archivar y reproducir en cualquier momento, sin pérdida.
El otro día me decías que tenías ganas de aprovechar que dentro de pocos años se va a jugar el Mundial de Ajedrez en Argentina para fomentar esta relación que se da entre el juego y los escritores. ¿Podés contar algo al respecto?
No, no se va a hacer. Política. El presidente de la Federación Internacional de Ajedrez que es a la vez el presidente de Kalmukia, una república rusa autónoma, budista (el único país budista de Europa y uno de los pocos del mundo) es un mafioso millonario que maneja todo a su antojo. No le interesó la propuesta argentina y no tendremos olimpiada de ajedrez en Bs As en 2010, creo que se la dio a una ciudad de Rumania. Tal vez en el 2016 (se disputa cada 2 años), no falta tanto; sólo diez.
Ah. Eso me pasa por salir tan poco.
¿Nunca fuiste a Kalmukia? Debe ser toda una experiencia la mafia budista, eso sí que es fuerte.
Sí, es extraño. Si uno lo pone en un cuento nadie te lo cree.
Hay más cosas extrañas en la realidad que en muchos cuentos fantásticos
Sí. Pero antes de cambiar de tema: más allá del evento deportivo, ¿te gustaría organizar algo para fomentar la relación entre ajedrez y literatura o simplemente es algo que querrías sólo para tu escritura personal?
Siempre lo pensé como algo personal. Creo que pueden existir otros escritores que vean esto como yo lo veo pero no me parece que se pueda hacer "docencia", para la mayoría (incluyendo en eso a los jugadores de ajedrez) sólo existe el juego en sí mismo y no parecen interesados en sus ramificaciones. A lo que aspiro es a hacer una antología muy completa con todo lo que vale la pena. es decir, con los cuentos y novelas en los que el ajedrez es algo más que una mera referencia. Me dispongo a leer "La defensa Luzhin" de Nabokov - puede ser decisiva en el proyecto, una colección con las novelas y tres o cuatro antologías, no olvidar El Ocho, La tabla de Flandes, Una partida de ajedrez de Stefan Zweig.
Decías que a fines de los ochenta te apartaste de todo lo que tuviera que ver con la escritura y la ciencia ficción ¿querés contar por qué y qué hiciste?
Estaba un poco saturado y creí que había llegado la hora de capitalizar mis talentos para hacerme rico. Me metí en el mundo del video. Fui durante varios años el mejor vendedor de películas clásicas, de colección, Tiempos Modernos, El ciudadano, La strada, El acorazado Potemkin, Cenizas y diamantes, Muerte en Venecia, esas cosas. Iba a lugares recónditos (lugares como Culomundo o Plumas Verdes) y trataba de convencer a los dueños de los video clubes que no podían aspirar a llamarse video clubes si no tenían esas joyas. Ellos contestaban: somos video clubes de barrio, no Ricchiardi. Acá se vende Van Damme y Steven Segal, patadas, tiros, cocha golda. Me hice rico durante cinco minutos y después me caí en el fondo de un pozo negro negro.
¿Lo dejamos ahí?
¿Cuáles son tus autores favoritos y por qué?
Kurt Vonnegut, Cordwainer Smith, J.G.Ballard, Stanislaw Lem, Ursula K.LeGuin, Philip K.Dick, los Strugatski brothers, Christopher Priest, Theodore Sturgeon, Octavia Butler. Por afuera del campo fantástico los satíricos como Anatole France, Swift o Rabelais. La literatura seria me aburre (Joyce y otros paspados por el estilo) y la poesía para mí no existe.
¿Y con respecto al cine?
Algo adelanté. El cine se murió con el último grande: Kurosawa. Lo que queda es una basura en lata que no se diferencia del choclo cremoso o la jardinera de verduras. Jólibud jamás pudo hacer otra cosa que alquilar a los grandes por un ratito, y por eso nunca produjo un Fellini, un Clair, un Wajda. Lo más cerca que estuvo de lograr algo decente fue cuando echó a patadas a Welles. El cine de ciencia ficción me resulta repugnante, con todo ese alarde de efectos sin objeto. Me reconciliaré con el cine el día que alguien filme La Tierra permanece con dos mangos.
¿Qué música (género e intérpretes) escuchás?
Tengo poco oído. Algo de jazz. Los grandes sinfonistas (Beethoven, Brahms, Mahler). Me encantan Stravinski, Satie, Gershwin. Me gustan The Beatles y Pink Floyd. Pero mejor pregúntenle a GvH junior. Ese sí que sabe de esto.