Apenas otra noche más en el Bar y Parrilla “El Borrador Abandonado”

Ilustró Saurio

Apenas otra noche más en el Bar y Parrilla “El Borrador Abandonado”
Stewart C Baker

Por la cuenta que llevaba Alexandra, esta era la sexagésima séptima vez que la torturaban, la asesinaban, la trozaban a hachazos y la metían a empujones en la heladera de Jim para que él la encuentre cuando regrese a casa de su misión en el extranjero y ella realmente estaba empezando a fastidiarse.

–Pareciera que el pelotudo del escritorcito este ni siquiera sabe cómo son las mujeres– gruñó, golpeando los cubos de hielo en su bebida hasta que se volvieron un puré medio derretido –. Como si creyera que somos alguna especie de… de…

Wong el Inescrutable y François –sus compañeros en noches como esta– evitaron su mirada mientras ella buscaba la frase correcta. François (alias “Esbirro Africano N.º1”) rebuscaba algo en el interior del artilugio en forma de caja que siempre llevaba encima. Él venía de un serial francés de ciencia ficción antes de ser cooptado por el autor actual. Alex sabía que él había sido el genial ingeniero de alguna especie de nave espacial súper enorme. Wong (Alex creía que probablemente fuera original dado que estaba tan poco desarrollado que ni siquiera era completamente corpóreo) acariciaba su rata mascota con su único brazo sólido, mirando con el ceño fruncido hacia una distancia media desde abajo de su penosamente estereotípico sombrero campesino.

–Recursos argumentales– concluyó con un suspiro y embuchó la mitad de su bebida de un trago.

No siempre habían sido así las cosas. Alex recordaba a su primer escritor, ese que la había creado desde la nada. Alex sabía que la novela en la que había estado en aquel entonces distaba de ser perfecta –su lucha por ser aceptada en la corporación se sentía demasiado fechada y ella aparecía un poco más en estereotipo de la mujer emprendedora de lo debido– pero al menos había tenido un poco de participación en el modo en el que sucedía su historia. Y cualquier cosa era mejor que la heladera.

–¿Saben cuál es mi diálogo?– preguntó con voz ronca –¿La único que digo antes de que me eliminen?

Con el rabillo del ojo vio a François hacer una mueca pero el licor la azuzó para que siguiera. Con su más insípida sonrisa en el rostro lanzó una risita insulsa y luego, con voz cantarina, repitió el parlamento: “¡Vo-oy!”

–¡Eso es todo! ¡Todo lo que tengo es una sola palabra dicha con la habilidad actoral y la sutileza de una rata muerta! Sin ánimos de ofender, Wong.

Wong acarició nuevamente a la rata e hizo un movimiento entre un encogimiento de hombros y un gesto de aprobación. En todos los años que estaban estancados acá Alex nunca lo había oído hablar o hacer cualquier otra cosa aunque, para ser justos, él realmente no tenía una boca funcional. O piernas.

François, sin embargo, levantó la vista con una amplia sonrisa.

–Mam'selle, sé cómo se siente. Yo ni siquiera tengo un parlamento. Apenas abro la puerta y clavo el picahielos en su ojo. Y el pobre Wong, por supuesto, aparece sólo en el fondo, acechando detrás de la ventanilla de una camioneta sin patente al otro lado de la calle, la última cosa que usted ve antes de morir. Ni siquiera tiene la oportunidad de darle de comer sus restos a su adorada rata. Tal vez en una historia terminada él tenga un papel más grande como villano pero, bueno… Y mejor no hablemos de Jim.

Alex lanzó un resoplido al escuchar esto. Nunca había conocido a su “novio” Jim, no estaba segura de que él existiera para el autor más allá del nombre –sin importar que sin dudas iba a ser el héroe de cualquiera sea la historia que exista luego de esa primera escena inconclusa.

–Además– continuó François –usted bien sabe que a mí me duele tanto como a usted atravesar esta pantomima brutal, esta… imbécil, inconclusa carnicería que tenemos como escena de apertura– dio unas palmadas sobre la parte de arriba de la caja –. Y usted sabe que se va a sentir tan feliz como yo cuando diga que una vez que yo complete este aparato no vamos a tener que sufrir nunca más.

El hielo molido en la bebida de Alex se derramó cuando ella apoyó con fuerza su taza contra la mesa, esperanzada muy a su pesar.

–¿Qué hace? ¿Atravesar la cuarta pared y estrangularlo?

–No– François frunció el ceño –. Eso nos mataría también a nosotros, ya que nos está escribiendo.

–Oh– Alex tomó otro trago. Al menos sería permanente, agregó en la privacidad de su propia cabeza. Pensó que Wong también parecía desilusionado aunque, por supuesto, era imposible de darse cuenta.

François continuó resuelto:

–Algo mejor que eso. El aparato cambiará su marco de referencia y será capaz de ver la narración desde puntos de vista completamente nuevos. ¡Y eso aumentará su motivación y su ambición cien veces! Nunca más seremos forzados a actuar eternamente una escena de apertura. Nunca más quedaremos atrapados en cuartos blancos infinitos libres de descripción. Y si mis cálculos son correctos– su voz bajó hasta ser un susurro, como si temiera hablar demasiado fuerte –esto le va a dar la energía para terminar de una vez el primer borrador.

–Vamos a poder irnos– dijo Alex –, estar en nuevas y mejores historias, escritas por personas que realmente saben cómo funcionan las historias.

François sonrió.

–Usted estará de acuerdo, Mam'selle, que difícilmente las cosas se pongan peor.

–Hágalo– dijo Alex –. Consíganos una historia ambientada en alguna otra parte que no sea un ilusorio interior de los EE.UU. de la década de 1960 que nunca existió. Consíganos una historia en la que seamos todos participantes activos, en la que tengamos vidas únicas e interesantes. Consíganos– siseó –una puta historia en la que no me matan y me meten en una heladera.

–¿Wong?– preguntó François, mirando al otro hombre.

Wong hizo nuevamente su encogimiento de hombros barra asentimiento pero sus ojos estaban húmedos de la emoción y su mano apretaba a Ratso tan fuerte que la pequeña rata se retorció y trató de escapar.

Bien– dijo François –Vamos a probarlo.

Movió interruptores y presionó botones y giró diales en el dorso de la caja, la cual comenzó a zumbar bajito. Se produjo un repentino crujido y el aire se llenó con el olor que tiene la lluvia justo antes de caer.

François dejó escapar un silbido grave.

–Eso fue rápido. Él estaría justo sentándose a escribir. ¡Agárrense fuerte todos!

Alex hizo una mueca. Ya estaba sintiendo que el mundo de la historia tiraba de ella, arrancándole el control, la identidad. Apenas tuvo tiempo de dar el último trago a su bebida, el alcohol quemándole la garganta mientras bajaba, antes de que los alrededores familiares del bar se fundieran en la oscuridad.

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Era una noche oscura y tormentosa en la fabulosa y legendaria ciudad de ELLAAAAAHKRA [cambiar luego esto por su nombre real], hogar de los renombrados honderos de hechizos y usuarios de espadas y heroicos combatientes [combatiente es muy vago ¿buscar un mejor título de clase como paladín o algo por el estilo?]. También había un cierto número de enanos, que eran cortos de estatura y salvajes por naturaleza como los salvajes de África [arreglar luego esto porque es fantasía] y tenían barbas como ríos que fluyen. También había elfos, con mágicos y legendarios poderes y extrañas vestiduras y que tenían extraños misterios en sus sobrecogedores ojos cuando elevaban sus miradas a la oscura y negra noche con sus trémulas estrellas y sus nueve legendarias lunas enormes [¿qué efecto tendría esto en las mareas? buscar así el escenario es SÚPER realista y auténtico].

Ah'lek isan D'aruh, la pura medio elfa sacerdotisa, vestida con una hermosa túnica [necesitaría una mejor descripción de sus ropas. ¡la creación de mundos imaginarios es importante!], esperaba a su amante, el poderoso y apuesto heroico paladín humano Jim, quien era conocido como aniquilador de maldades y protector de mujeres, y que más tarde se convertiría en el más grande y auténtico salvador del reino de [¿spoilers? preguntarle a mamá qué piensa]. Ah'lek estaba de pie en el Sagrado Mágico Legendario Templo del Anárquico Dios Lunar W'onG, admirando sus numerosas lunas con sus cráteres y habilidades otorgadoras de magia. Era como rezar para ella, sólo que no rezaba con palabras. Entró en trance, visualizando en su mente la santa faz del Dios Lunar W'onG, su santa piel amarillo lunar.

Repentinamente se escuchó un grito desde la calle a unas pocas calles más allá del tempo. Sonaba tal vez como una niña. Ah'lek sabía que solo ella podía ayudar a la niña así que de un salto se puso en acción, su katana mágica cantando sus propias alabanzas con gloria y rectitud. Ella estaba muy asustada pero sabía que Jim iba a estar pronto aquí para salvarla. Todo lo que debía hacer era aguantar hasta ese entonces. Con su bella voz profirió un furioso grito que helaba la sangre cuando repentinamente vio que era uno de los malvados enanos negros cabalgando una rata del tamaño de un elefante [¿no hay elefantes en el mundo de fantasía? mejorar la descripción] y sosteniendo un hacha que era tan grande como su barba pero no tanto porque era una barba muy grande.

–¡Jim!– gritó ella –¡No puedo hacerlo sola! ¡Necesito de tus poderes para derrotar a este malvado enano negro sobre su rata gigante! ¡Por favor ayúdame! ¡Estoy asustada!”

Le pareció oír una respuesta que provenía de la otra calle pero antes de que ella pudiera distinguirla el enano y su rata trágicamente la arrojaron al suelo y la mataron moliéndola en pequeños pedazos con las gigantescas garras de la rata que eran tan afiladas que ni siquiera su katana mágica podía resistirlas sin quebrarse. Sus últimos pensamientos cuando las garras rebanaban su atractivo y hermoso rostro fueron que al menos Jim iba a ser capaz de vengarla porque él era un maravilloso guerrero.

[¡genial esto hasta ahora va saliendo realmente bien tal vez habría que ir derecho a la próxima escena y puedo arreglar todo esto luego cuando la corrija! o quizás una vez que termine toda la novela pueda reescribirla un par de veces desde cero. me dijeron que esa es una buena manera de meterse en las cabezas de mis personajes así que supongo que de ese modo puedo hacerlo que empatice un poco más con las mujeres. pero hay un montón de diálogo que dice el enano en la próxima escena cuando Jim empieza a pelear con él así que mejor miro un par de veces más el señor de los anillos antes de ponerme a escribirla].

Stewart C Baker nació en Inglaterra pero ha vivido en EE.UU. y Japón. Escribe ciencia ficción y, ocasionalmente, haikus. Ha publicado en Writers of the Future, Nature, Galaxy’s Edge y Flash Fiction Online.