Ilustró Saurio
Quizás fue Markusián. Markusián era muy capaz de ponerse a escribir en cualquier máquina cuando le venía "la inspiración". Quizás a Markusián le vino justo al pasar al lado de su escritorio y ahí nomás se sentó y lo escribió.
Volvió a leer, y de un tirón sacó el papel, hizo una pelota y la tiró al cesto.
Lo que él tenía que hacer era ponerse ya mismo a escribir la nota que le había pedido Montero y entregarla a las seis, antes del cierre. Pero la pelota de papel no cayó en el cesto de alambre. Pasó por arriba y pegó en el tobillo del pibe Anglada. El pibe Anglada se agachó, la levantó, la desdobló, la leyó y la dejó caer al suelo. Después miró a su alrededor y se dio cuenta que había sido Jorge Hilario Trenzi porque ahora lo estaba mirando fijo. El pibe Anglada le sonrió. Pero en la mirada de Jorge Hilario Trenzi no había nada, era una mirada ausente en una cara ida, como una fotografía de prontuario. No obstante el pibe Anglada le sonrió. Era una sonrisa de compromiso, de primer día en el diario, terca, comedida, un tanto solapada, como pensando: "Capaz que éste, todavía, es uno de los jovatos de Crítica. A lo mejor es íntimo amigo del dire y se quedan chupando hasta las tres de la mañana, hablando de Roberto Arlt". Una sonrisa que después cambió, en un visaje, como diciendo:"Mirá que habías. sido jodón. Sos un tipo piola dentro de todo. Haciendo cosas de pibe a tu edad. Y bueno. Es lindo. Tenés espíritu. No como los otros". Pero cuando vio que no, que Jorge Hilario Trenzi no lo miraba, que ahora estaba completamente abstraído poniendo una hoja nueva en la máquina,. pensó que no, que a lo mejor era un viejo infeliz, un pobre tipo nada más.
Y el pibe Anglada enderezó la libreta, volvió a releer las anotaciones, arrugó la frente y escribió en la máquina: "COLORES: Ella, la cariñosa y él, el serio aunque un tanto canoso galán, actúan en la misma comedia. Sin embargo, pese a que ella tiene un rol protagónico y él no, esto al serio de los cabellos de plata no le afecta en lo más mínimo. ¡Oh las ventajas de la paternidad! Porque la pieza en cuestión pese a su enorme éxito no va a durar mucho. ¿Será rosa o celeste?" Jorge Hilario Trenzi desplegó los dos diarios que había mandado pedir del archivo.
El Pregón de los jueves hablaba bien. Como siempre. Como si alguna vez hablara mal. Un comentario lavado y sin gracia. Pensó también que de un imbécil como Rosemberg no se podía pedir más.
El de El Nacional del domingo era elogioso. Estaba bien hecho. El negro Perrota. Muy bien. Aparentemente el negro había leído el libro. Jorge Hilario Trenzi llegó a la conclusión que el libro era bueno. Lamentó no tenerlo a mano para ver la solapa. ¿Por qué motivo "Americana" no le mandaba los libros? Era un misterio que él nunca iba a llegar a entender. Algún despelote con el dire, seguro. Pero igual ya lo tenía todo en la cabeza. Por lo pronto iba a empezar con: "Como quería Valéry ". De cajón tenía que ir: "poder de síntesis que es una de las virtudes no menores de esta obra". El libro era corto: "Editorial Americana, 130 págs." Después seguir con: "hay autores que nos endilgan" y poner todo lo que nos endilgan los autores. Gusta siempre. Sobre el pucho buscarle la vuelta para poner: "por suerte esto no sucede en. esta novela". Un momento. ¿Novela o cuento? Parece que novela. Una novela corta. Una nouvelle. Podría aprovechar para hablar de la nouvelle. Nadie habla de la nouvelle. Que no es, como muchos suponen, algo híbrido, a mitad de camino entre la novela y el cuento o a caballo de estas dos antinomias, sino un género en sí mismo. Esto estaba al pelo. Y además le daba el pie para que,trascartón de "como quería Valery...", se pudiera mechar con "no es frecuente que el lector se encuentre ante una obra tan densa, con tal capacidad de captación, escrita con tanta economía de medios expresivos". "Capacidad de captación, no", pensó Jorge Hilario Trenzi mientras. anotaba con la birome, capacidad y captación, juntas, no, mejor le pongo "poder de captación". Aunque… poder, tampoco, "me arruina el poder de síntesis". "Mejor separamos las dos cosas". De cualquier forma ya sabía cómo iba a terminar la nota. La iba a terminar con "un libro en suma". "Está bien", pensó, dejando la birome, "está bien porque hace más de un mes que no lo uso".
Pero cuando Jorge Hilario Trenzi se disponía a pasar todo a máquina, antes de apoyar los dedos sobre las teclas, al levantar la vista, vio que sobre el papel pautado, debajo de las dos flechitas que indicaban: "Escribir de margen a margen. Promedio: 26 líneas de 50 espacios", eso estaba escrito otra vez.
Estaba escrito igual que antes, todo en mayúsculas, como un titular. De manera que no había sido Markusián. No había sido Markusián. Y eso seguía estando ahí, a continuación de los dos puntos, igual que antes.
Sintió que de nada servía volver a sacar la hoja. Y también sintió que tendría que llamar a alguien, avisarle, mostrarle, decirle que él no había sido, pero la máquina no le dio tiempo. Y Jorge Hilario Trenzi se quedó leyendo y releyendo esa línea de 50 espacios que había aparecido otra vez:
ESTAS LISTO. ESTAS TERMINADO. ACABADO. NUNCA MAS. NUNCA.
Volvió a pensar que a lo mejor convendría avisar. Quizás al pibe nuevo, el pibe Anglada.
La máquina escribió:
Y NO TE PONGAS A PENSAR AHORA EN CUANDO ERAS CHICO.
Había un espacio de más en la palabra ahora, lo suficiente para que el punto al final de chico coincidiera exactamente debajo de nunca.
Inmediatamente el carro se movió, hizo la interlínea, volvió hasta el margen izquierdo y escribió a la altura justa de la pauta del renglón:
NO TE VA A SERVIR DE NADA.
"Es raro que no haya escuchado antes el ruido", fue lo primero que pensó, "debe ser por el ruido de las otras máquinas". Sin embargo, ahora, el golpeteo sobre el rodillo se escuchaba con absoluta nitidez. Sólo la velocidad era distinta. Las teclas se hundían como ahogadas, las barras de las letras se levantaban y volvían a caer más lentamente, como una respiración. Como la respiración del hombre de la máscara de hierro, recordó, como la respiración entrecortada y jadeante del fraile gordo de Robin Hood, como si el fraile gordo de Robin Hood estuviera a su lado, jadeando, respirando.
En el renglón de abajo la máquina escribió:
Y NO ME VENGAS AHORA CON EL ENSAYO SOBRE VALERY.
La máquina se interrumpió y el teclado quedó inmóvil. Después, y por un momento, y sin saber por qué, Jorge Hilario Trenzi desvió la vista y se quedó mirando las anotaciones garabateadas con birome. Miraba sin ver la palabra síntesis.
—Seguí— dijo en voz alta.
El pibe Anglada se dio vuelta bruscamente. "El jovato habla solo", pensó, y siguió escribiendo. "PARRILLADA PARA DOS: en un carrito de costanera muy frecuentado por la farándula fue visto a altas horas de la madrugada del viernes. Ella, la incipiente estrellita de los cabellos de fuego, que lo acompañaba, lucía el popular perfil que se destaca al lado de un muy popular jabón de belleza y ajustados pantalones amarillos".
La palanca del interlineador pegó un saltito extraño, como de resorte y el carro del rodillo giró y volvió al margen.
NI EL LIBRO DE SONETOS TE VA A SERVIR DE NADA, escribió la máquina y después hizo una pausa, como si estuviera pensando.
—Tengo la carta que me mandó Ortega— dijo Jorge Hilario Trenzi.
PROMISORIO. QUE QUERES CON ESO, ADEMAS ESTA TODA AMARILLA. APENAS SI SE LEE. ADEMÁS LE ESCRIBIA A TODO EL MUNDO.
Jorge Hilario Trenzi miró a su alrededor. Nada había cambiado. En el escritorio de adelante González apurado, protestando, rehacía la nota. Al lado de González, Markusián con la máquina dada vuelta miraba hacia una lejanía inexistente. Luchini, al fondo, en deportes, miraba el televisor sin sonido mientras hablaba por teléfono. A la entrada, en la mesa, Hernani, Montero y Avilar reclamaban las últimas notas para el cierre. Hernani escuchaba la radio con la antena al máximo; tenía puesto el audífono y hacía girar entre los dedos la lapicera dorada. Montero, con los anteojos caídos sobre la nariz, calculaba los titulares, y Avilar seguía parado, nervioso, emparejando el manojo de las páginas ya diagramadas.
Nada había cambiado. Entró un fotógrafo y le dejó a Hernani un sobre ocre al lado de la radio. Avilar lo llamó y le dijo algo sin dejar de golpear el canto de las hojas sobre la mesa. El fotógrafo salió en seguida. Nada había cambiado. Sin embargo la máquina volvió a escribir como llamándolo. Jorge Hilario Trenzi vio que se movían las teclas como una araña enlóquecida y tuvo la visión del hombre de la máscara de hierro haciendo sombras chinescas en la pared de la celda.
—Me hicieron el homenaje. Estuve en Ginebra. Di catorce conferencias.
VAMOS. VAMOS ¡QUE HOMENAJE NI HOMENAJE! DESPUES DE TREINTA AÑOS ¿CREES EN LOS HOMENAJES? FUERON A COMER NOMAS. FUISTE A GINEBRA ¿Y? ¿QUIEN TE CONOCIA EN GINEBRA? Y MEJOR NI HABLAR DE LAS CONFERENCIAS. VALERY Y "EL CEMENTERIO MARINO". "EL CEMENTERIO MARINO" EN LA OBRA DE VALERY. VALERY: ACTUALIDAD Y PRESENCIA. VAMOS.
—¿Y las notas sobre Enrique Banchs que escribí en El Nacional? ¿Y las mujeres que me quisieron? ¿Y lo que dijo de mí el poeta platense?
DOS NOTAS. EL POETA PLATENSE YA NO ESTA. TODAS LAS MUJERES QUE TE QUISIERON ESTAN VIEJAS.
—Viejas.
ESTAN VIEJAS Y SOLAS, PINTADAS. LES SUENAN LAS PULSERAS, LES BRILLAN LOS DIENTES POSTIZOS. VAN DE CONFERENCIA EN CONFERENCIA, DE VERNISSAGE EN VERNISSAGE. ¿VERNISSAGE, SE DICE?
—Sí.
AHORA TE VOY A DECIR, LAS OTRAS, LAS QUE NO TE QUISIERON, LAS QUE NI SIQUIERA SE ACUERDAN DE VOS, LAS QUE LES HICISTE LOS SONETOS. ESAS NO. COMO SI NO HUBIERA PASADO EL TIEMPO. CARNES DURAS, ESPALDAS DERECHITAS. COMO EL SABLE DE LA LAMINA. ¿ME IMAGINO QUE TE ACORDARAS DE LA LAMINA?
La palanca del interlineador se corrió rápidamente hasta el margen con un saltito de polca y la máquina quedó como en una espera diligente.
—No me voy a acordar. La batalla de Maipú. Fue la mejor lámina que se hizo para el Consejo Nacional de Educación. Yo hice el epígrafe. En hexámetros.
Jorge Hilario. Trenzi gritaba, casi. El pibe Anglada giró la cabeza y lo miró.
—Un cromo. Como se decía antes.
EXACTAMENTE. UN CROMO, NO ERA EN HEXAMETROS, ERAN ALEJANDRINOS PAREADOS. LAS CHINCHES ESTAN TODAS OXIDADAS. PERO SIGUE CLAVADO EN LA PARED ¿ME IMAGINO QUE TE ACORDARAS DE LA PARED?
Jorge Hilario Trenzi dijo que sí con la cabeza. El pibe Anglada se lo quedó mirando un rato y después escribió: "CHISTES GASTADOS: los de los libretos que escribe para Canal 15 Floro Zol Bressán, Lamparita. Cuidado que no se queme. Saludos a Matusalén".
Jorge Hilario Trenzi se quedó pensando. La luz de la ventana daba justo sobre el teclado inmóvil, sobre la hendidura cromada de las letras.
—Decime: ¿Se acuerdan de mí?
NADIE SE ACUERDA YA DE VOS. NADIE SE VA A ACORDAR NUNCA. TU LIBRO DE SONETOS NO LO VA A LEER NADIE. NADIE LO LEYO. NI SIQUIERA EL POETA PLATENSE.
—De ellas te hablo.
QUE QUERES QUE TE DIGA. TUS CARTAS LAS GUARDAN. PERO LAS MUJERES GUARDAN TODO. ESTAN AMARILLAS.
—¿Quiénes?
LAS CARTAS. DELIA TAMBIEN ESTA AMARILLA. DELIA GUARDA TUS CARTAS EN UNA BOMBONERA. LA TAPA ESTA TODA DESHILACHADA, COMO ROTA, HECHA FLECOS, PERO NO TANTO, ESTA, ¿COMO SE DICE?
—Raída.
RAIDA. MUY BIEN. ANTES TENIA BORDADA UNA CACERIA LLENA DE JOCKEYS CON GORRITAS. YA NO SE RECONOCE LA MONTA. EL ALAZAN DEL MEDIO PARECE UN ZAINO. SIGLO DIECIOCHO O DIECINUEVE, MAS O MENOS.
Oscurecía. Por la ventana entró totalmente el color del invierno. Venía de lejos, de muy abajo, del lado del río.
LAS OTRAS TAMBIEN LAS GUARDAN. LUISA EN UNA LATA DE HAMBURGO. NO ME PREGUNTES QUE HABIA ANTES ADENTRO. BASTANTE CROTA LA LATA, POR SER DE HAMBURGO. CALCULA QUE TIENE UNA MUJER DESNUDA EN LA TAPA. ESTA IMPRESA, COMO TE PUEDO DECIR, COMO SE HACIA ANTES. COMO LAS LATAS DE DULCE DE MEMBRILLO ¿VISTE?
—Litografía. Yo hice el comentario crítico para la de Fado Hebecquer. Fue el mejor almanaque que se imprimió en el país.
ANO 1932. POBRE FACIO. LO DEGOLLARON. TODO ERA MARRON. HASTA EL CIELO ERA MARRON.
—El comentario crítico era excelente.
VAMOS. VAMOS. NO ME VENGAS CON LA PLASTICA. TONALIDAD EXPRESIVA. GRAFIA DEL COLOR. RIQUEZA DEL EMPASTE. DE TODOS DECIAS LO MISMO. ESO SI. TE AGENCIASTE TUS BUENOS CUADROS ¿TE DECIA?
—La litografía en la lata de Hamburgo.
AH. SI. IMAGINATE QUE EN LA TAPA DE LA LATA HAY UNA MUJER DESNUDA TAPANDOSE CON BARAJAS. BARAJAS TAN GRANDES COMO ELLA. COMO LA MUJER DESNUDA, SE ENTIENDE.
—Claro.
MARTA TIENE DOS CARTAS TUYAS. LA TINTA PARECE COMO OXIDADA. EN LA CAJITA DE MADERA. LA DE LOS PASTELES. "THLENS". LA QUE LE REGALASTE VOS. ME IMAGINO QUE.
—Me acuerdo perfectamente. Seguí.
NO PUEDO.
—¿Por qué?
EL PAPEL.
—Pucha, perdoná.
Rápidamente, pero con delicadeza, Jorge Hilario Trenzi sacó el papel. Puso la hoja dada vuelta encima de El Nacional. Palpó con las manos abiertas todo lo que había sobre el escritorio, sus ojos volvieron a chocar con la última palabra, la palabra síntesis escrita apresuradamente con birome, levantó El Pregón, y por fin, debajo, encontró el montoncito de papeles. Eligió uno, del medio,y lo colocó en la máquina juntanto los bordes. Después ajustó el rodillo y lo dejó marginado entre las dos flechas.
Con una mano en el mentón el pibe Anglada lo estaba observando de costado. Frunció la boca, se dio vuelta, volvió a concentrarse y escribió: "ELECTRICO: en las últimas horas de ayer fue intervenido con éxito en un sanatorio de la metrópoli el eléctrico coiffeur Alex Biganti, Chucho para la farándula. Felicitaciones, Chucho". La tarde se iba terminando definitivamente y un pájaro que Jorge Hilario Trenzi no pudo distinguir golpeó el vidrio de la ventana. Nada había cambiado. En el fondo la gente de Deportes tenía prendido el televisor, pero sin sonido. De la mesa llamaron a González. Jorge Hilario Trenzi lo miró pasar sin verlo. Esperó.
GRACIAS. ¿TE DECIA?
—La caja de pasteles.
AH. SI. BUENO, LOS PASTELES YA NO ESTAN, POR SUPUESTO.
—¿No quedó ninguno?
NINGUNO. PERO EN LAS CARTAS QUEDO ESE POLVITO, COMO UNA RALLADURA DE TIZA,¿VISTE?,Y LA MADERA ESTA LLENA DE RAYITAS, DE TODOS LOS COLORES. MUCHO NO LE ESCRIBISTE QUE DIGAMOS.
—No, si Marta era la prolijidad en persona. Pasaba los originales a máquina que daba gusto.
ESO SI. COMO PROLIJA SIGUE SIENDO PROLIJA. SIEMPRE LIMPITA, SIEMPRE BIEN PEINADA, DA GUSTO. MIRA LA DIFERENCIA. CRISTINA TIENE TUS CARTAS ATADAS CON UN PIOLIN. LAS GUARDA EN EL PLACARD.
—¡Qué ordinaria!
A través del hueco que hacía el brazo izquierdo mientras cambiaba la hoja, el pibe Anglada agachó un poco la cabeza y lo miró largamente. Por la ventana volvió a pasar el pájaro. El pibe Anglada lo vio y en el momento de graduar la pestaña del marginador se le ocurrió el titular de la apostilla: "VUELA PALOMA: El number one (léase número uno) de una conocida fábrica de guardapolvos voló ayer a medio día rumbo a Caracas. El símbolo de la empresa es una palomita blanca. En Ezeiza se vio también a una blonda modelo cuyo nombre empieza con A. Viajaron juntos. ¿Casualidad?".
SIN EMBARGO BIEN QUE LE ESCRIBIAS. DEBE HABER COMO CUARENTA CARTAS.
—Sí, le escribía.
En el fondo sonó el teléfono. Luchini, el jefe de Carreras, se levantó a atender sin que se le moviera el imperturbable chaleco. Anotaba moviendo los labios, repitiendo. De vez en cuando levantaba la vista y la clavaba en el televisor mudo.
—¿Y Raquel? A Raquel le escribí bastante en una época. Me acuerdo que le hacía acrósticos. La llevé a la cena del poeta platense. No le sacaba los ojos de encima. Yo cerré la lista de oradores. Hice una paráfrasis con Horacio y el "Soneto a Laura" de Petrarca. El poeta platense estaba emocionado.
¡QUE VA A ESTAR! HACIA BOLITAS CON MIGAS DE PAN.
La paloma volvió a pasar. Era una paloma chica, turquesa y gris. Cruzó dos veces en diagonal por el reflejo sucio de la ventana. Después no pasó más.
La máquina hizo la interlínea y Jorge Hilario Trenzi se quedó callado. Después desvió la vista hacia el escritorio y sus ojos volvieron a chocar con la palabra síntesis escrita' con birome. Volvió a mirar a la máquina y dijo:
—Cristina.
VIEJA.
—Ya me lo dijiste.
SOLA. VIVE SOLA. TIENE TODO EL PELO BLANCO.
—¿No se tiñe?
YA NO.
En la mesa sonaron los dos teléfonos. Casi al mismo tiempo atendieron Hernani y Montero. Hernani apoyó el block sobre la tapa de la máquina y anotó. Por un momento dejó de escribir y se acomodó los anteojos.
Montero apagó la radio y se quedó con el audífono puesto. Escuchaba con el auricular del otro lado y paseó la vista por la redacción hasta que llamó a Markusián agitando la mano. La lapicera dorada tuvo unos destellos casi rojos. Markusián tardó en reaccionar.
—¿Y el teatro?
TODAS LAS NOCHE, ANTES DE DORMIRSE, DICE QUE VA A VOLVER AL TEATRO.
La hoja llegó al final. Jorge Hilario Trenzi la sacó y la .puso encima de la otra, dada vuelta también, y también eligió una. nueva, del medio. Volvió a centrar el papel a la altura de los dos puntos.
GRACIAS, escribió la máquina. Jorge Hilario Trenzi permaneció en silencio. González pasó a su lado. Agitaba la nota protestando:
—Sacale dos líneas. Agregale dos líneas. Por qué no se decidirán de una vez por todas.
Al lado de la mesa la puerta batiente se abrió de golpe y entró el historietista. Venía a dejar la tira y ahora se estaba riendo de algo con Avilar, que seguía parado. El dibujante movía los brazos exageradamente, los abría como mostrando una dimensión o señalando. Con el saco colorinche, a cuadros, y los pantalones caídos, parecía un clown.
Por la ventana de los diagramadores entró el último rescoldo de luz; era una luz pálida y púrpura, anaranjada.
—¿Y?— dijo Jorge Hilario Trenzi.
La máquina marcó la interlínea bruscamente y se quedó parada. Después empezaron a subir muy despacio las teclas de la ene y la o pero no llegaron a tocar el papel y cayeron inertes. La máquina escribió:
QUE HORA ES.
Jorge Hilario Trenzi miró el reloj pulsera. Era un reloj grande, chato, con la esfera manchada por debajo del vidrio amarillenta.
—Son las seis menos cinco,¿por qué?
TE PREGUNTO PORQUE ELLA SE VA A ACORDAR DE VOS.
—¿Ahora?
DENTRO DE CINCO MINUTOS. SE VA A ACORDAR DE CUANDO TENIAS DIECINUEVE AÑOS, DE CUANDO TE QUEDASTE PARADO EN AQUELLA ESQUINA, ESPERANDOLA. LLOVIA.
El pibe Anglada iba a escribir "INFULAS", cuando vio que Jorge Hilario Trenzi estaba agachado y torvo, como agarrado a la máquina de escribir. "El jovato se debe estar acordando de cuando Corrientes era angosta", pensó, y puso "INFULAS: Algunos lenguas largas han propalado la versión que Adrián, un bailarín, cuyo nombre cuesta encontrar en el programa del teatro "Revistas", todas las noches acompaña hasta la puerta de su casa a una vedette, muy rubia ella, que da la casualidad es la esposa de un conocido empresario, que da la casualidad produce la revista para la que el ignoto bailarín trabaja. ¿Será cierto?"
—No, no llovía.
SI LLOVIA. Y HACIA MUCHO FRIO, NO ME DISCUTAS. ELLA NO VINO. Y TE QUEDASTE COMO DOS HORAS PARADO, MIRANDO EL ARBOL. MIRABAS EL ARBOL Y DIJISTE: "SI LLEGA A CAER UNA HOJA, ELLA VA A VENIR".
—La esquina de Parral.
HONORIO PUEYRREDON. ANTES SE LLAMABA PARRAL. AHORA SE .LLAMA HONORIO PUEYRREDON. FUE LA PRIMERA VEZ QUE VISTE LA MUERTE. ME IMAGINO QUE TE ACORDARAS DE LA MUERTE. VINO LA MUERTE Y TE HABLO.
—Yo no la vi.
SI QUE LA VISTE, ESTABA ENCAPUCHADA, DE MARRON. LA CARA TODA TAPADA, COMO EL FRAILE DE ROBIN HOOD. ME IMAGINO QUE TE ACORDARAS DE ROBIN HOOD.
Jorge Hilario Trenzi dijo que sí con la cabeza. A su lado, el hombre de la máscara de hierro también dijo que sí con la cabeza.
ANDATE A TU CASA, PIBE, TE DIJO LA MUERTE, HACE FRIO. ELLA YA NO VA A VENIR.
Jorge Hilario Trenzi no dijo nada.
Y CORRISTE HASTA TU CASA. CORRISTE Y CORRISTE POR HONORIO PUEYRREDON.
—Parral.
La máquina no escribió más.
Eran las seis de la tarde. Desde la mesa, golpeándose el reloj con la mano, Montero le hacía señas para que se apurase.