¿Cómo
son tus hábitos de escritura?
Los
hábitos han cambiado con los años. Inicialmente debía
escribir a máquina utilizando todo el espacio posible de la página
en blanco (casi sin márgenes, simple espacio); en el caso de
La
ciudad, como no tenía máquina de escribir en lo
que era mi casa, escribía a mano pero al otro día lo pasaba
en la oficina de mis amigos. Es posible que el hábito de apretar
la escritura se haya instalado en ese momento, en los comienzos mismos,
porque tal vez el papel que usaba no era mío y me sentía
obligado a ahorrar; la verdad es que no recuerdo. Dentro del mismo hábito,
estaba la regla de no usar papel carbónico. Todo eso venía
después, en la etapa de corrección: doble espacio, varias
copias, etcétera. Recién por 1984 comencé a sentir
una imperiosa necesidad de escribir a mano; en los sueños me veía
escribiendo a mano. Pero estas imágenes están incluidas
en el texto sobre el cual estoy retornando ahora, una novela que quedó
inconclusa, y no debo hablar del tema. Actualmente, con la computadora,
no advierto hábitos especiales (salvo, quizás, que se le
pueda llamar hábito a la necesidad de hacer macros en el Word para
cada trabajo específico; cuando planifico escribir algo con cierta
continuidad, empiezo por crear procedimientos de guardado automático
en el directorio correspondiente con sólo apretar un botón.
En el caso de las colaboraciones sistemáticas en una revista, hay
varios botones con procedimientos que guardan el archivo y lo catalogan
automáticamente, otros que abren automáticamente el archivo
donde llevo la cuenta de material entregado, pagos recibidos, etcétera.
Sí, ahora que lo pienso, se le puede llamar hábito, aunque
es algo más, un ritual; me doy cuenta de que sin eso no podría
escribir tranquilo, no podría mantener la continuidad).
¿Cuándo comenzaste a escribir?
A escribir, un poco antes de empezar la escuela. Conocía las letras de imprenta y cuando quería escribir decía cada palabra y un adulto me la iba deletreando. A guardar lo que escribo, empecé en junio de 1966.
De esta última etapa, que comienza en el 66, el primer lector fue el Tola (José Luis) Invernizzi; iba leyendo los fragmentos que le mostraba y me decía "está bien, seguí". En realidad fue él quien me hizo descubrir que en un pequeño texto que le mostré había una novela escondida, que es
La Ciudad.
Hablando de eso, La Ciudad, El Lugar y París integran una trilogía a la que se le ha adosado (creo que a instancias tuyas) el calificativo de "involuntaria". Más allá de lo evidente de por qué esta trilogía puede ser "involuntaria", ¿cómo funciona la voluntad (y la "involuntad") en tu obra?
Creo que la voluntad la ejerzo solamente para decidir si me pongo a trabajar o no en algo que tengo en mente; trato de no aplicarla a lo que escribo, de modo de no dañar mayormente el texto que de alguna manera es preexistente a la escritura. Esto significa que no planifico consciente y voluntariamente mis textos, sino que escribo tratando de prestar atención a lo que surge.
Las etapas que atraviesan mis textos son dos: creación y corrección. Cada vez corrijo menos, y cada vez me lleva más tiempo la etapa de creación. En la etapa de la corrección de un texto ya escrito, aplico la voluntad para suprimir o agregar algunas cosas.
Una parte considerable de tus lectores proviene
del ámbito de la ciencia ficción. Sin embargo, en el sentido
estricto del término, nada de tu obra podría encuadrarse
dentro de la ciencia ficción (u otros subgéneros afines).
¿Por qué se da entonces esta relación estrecha entre
Levrero y la ciencia ficción?
Porque mi primer editor fue Marcial Souto, que en aquel momento se inició como editor con una colección llamada
Literatura Diferente. Los otros autores incluidos eran mayoritariamente de ciencia-ficción, y de ahí en adelante Marcial siguió dedicado casi exclusivamente a ese género, y siguió publicando cosas mías (en revistas y en colecciones). Ahora esa misma novela inicial,
La Ciudad, fue publicada en España (cuarta edición en general, y tercera edición de Marcial Souto), en una colección de ciencia-ficción, de modo que para los españoles seré un autor de ciencia-ficción. Es una pesadilla recurrente.
¿Leés ciencia ficción?
Leo, de tanto en tanto, y casi siempre los autores de ciencia ficción me frustran. Salvo uno: Phillip K. Dick, que además de gran escritor es un genio. El peor de todos: Bradbury, absolutamente insoportable. Alfred Bester, en cambio, por lo general es muy entretenido.
Ya que de autores se trata, Kakfa, Lewis Carrol y el surrealismo son mencionados casi siempre que se habla de tu obra. ¿Cómo es tu relación con ellos?
Kafka es una influencia directa; mi primera novela es casi un intento de traducción de Kafka al uruguayo (traducción en un sentido amplio, quiero decir). Carroll es una influencia más remota, y especialmente en algunos aspectos que se toca con Kafka; imagino que Carroll habrá tenido influencia sobre Kafka, pero no puedo demostrarlo. Me emocionó especialmente la aparición de un personaje de Carroll en la película
El Proceso, de Orson Welles. No supe que nadie mencionara este asunto, pero hay un personaje que habla como la oruga de
Alicia en el País de las Maravillas. El surrealismo, desde luego, debe haber tenido alguna influencia sobre todo el mundo, pero salvo algunos ejercicios deliberados, no lo siento como una influencia especial, más importante que muchas otras, literarias o no.
¿Tenés otras influencias?
El cine, las personas, la música, la luna, el entorno. Lo digo seriamente
¿Otras lecturas o preferencias?
En primerísimo lugar, novelas policiales. Mi autor favorito: Rex Stout, un gran escritor. Otro favorito: Erle Stanley Gardner, pésimo escritor (desde cierto punto de vista; desde otro, no tanto). Chandler: influencia tardía pero influencia al fin, y fuerte. Y la lista, de autores policiales o no policiales, es muy larga. He leído bastante, y sigo leyendo bastante. Mis amores más recientes son mujeres: Rosa Chacel, Colette –aunque no desplazaron a Carson McCullers. Sí, es una lista muy larga y desordenada, azarosa, que depende de los libros que me prestan mis amigos y de algunos que consigo en mesas de ofertas o librerías de viejo.
Me resulta imposible hacer una lista de autores "favoritos"; son muchísimos. Cada autor que leo y me gusta pasa a ser mi favorito por un tiempo, y si puedo lo agoto. Cuáles no: también muchísimos, pero de los famosos actuales quiero destacar que no soporto a Kundera, ni a Tabucchi, ni a Auster (a Auster no le perdono la cobardía que le atacó por la mitad del primer tomo de la trilogía, que era algo espléndido).
Ya que mencionás al cine como influencia, te hago la misma pregunta pero con películas.
Con el cine pasa lo mismo que con los libros; la lista es infinita. Mi ídolo es Buster Keaton, y a pocas personas quiero tanto como a Laurel & Hardy; he llegado a soñar con ellos y despertarme feliz. Los dibujos animados dirigidos por Tex Avery. Los hermanos Coen. El Sam Raimi de
Crime wave (creo que es el título original de
La fiesta del crimen; los Coen tuvieron mucho que ver en esta película) y de
Noche alucinante. Poniéndonos más serios, todo Tarkovski; increíble hipnotizador. Mucho de Brian De Palma. Desde luego,
Blade Runner. Pero me estoy olvidando de
La edad de oro (Buñuel-Dalí, aunque el resto de lo que hizo Buñuel me hace pensar que Dalí fue el más importante en esta película). Y de
Juana de Arco de Dreyer. Y no, no se puede, la lista es infinita. Me preguntás mañana y, salvo los ídolos, mis respuestas pueden ser completamente distintas. No puedo rescatar todo así como así de la memoria.
Y siguiendo con el tema de las preferencias: ¿Qué estilos e intérpretes musicales son tus favoritos? ¿Y cuáles los aborrecidos?
Sólo aborrezco la ópera, en bloque y, de la música llamada seria, muy particularmente a Beethoven, aunque el género sinfonía me resulta raramente atractivo. Lo demás, me cae casi todo bien, salvo lo más rastrero y comercial de la música popular. Bach es el punto más alto y, a otro nivel, Gardel es también el punto más alto. Miles Davis anda más o menos por ahí. Me encanta Georges Brassens. Y Louis Armstrong. Y muchos más. Actualmente escucho sólo tango y folklore porque sólo soporto los avisos de una radio que transmite sólo tango y folklore (Gardel en todas las horas pares, durante media hora). Me molesta el estilo de la frecuencia modulada, y me da pereza andar cambiando de casetes a cada rato, de modo que sólo escucho esa radio, y no estoy muy actualizado.
Te pregunto esto último porque leo en un artículo de Ana Inés Larre Borges que cada libro tuyo fue escrito escuchando cierta música en particular, por ejemplo La Ciudad y los Beatles. Contame cómo se da esta correspondencia entre libro y música.
El caso de los Beatles es diferente al de los otros, en el sentido de que su música fue muy probablemente uno de los factores que, de algún modo, me llevó a escribir esa primera novela. Yo me había negado a escuchar a los Beatles por puro prejuicio, dado que eran tan famosos, hasta que un día fui a comprar cigarrillos a un kiosco y el quiosquero tenía puesta una radio que transmitía cierta música; fueron apenas unos segundos, pero lo que escuché me sedujo totalmente y por algún motivo supe que eran los Beatles. Cuando volví a mi librería busqué un disco de ellos (que yo vendía pero no escuchaba) y me di cuenta de que, efectivamente, esa música maravillosa era de ellos y me volví fanático. La película
Help la fui a ver no sé cuántas veces. Cuando empecé a escribir
La Ciudad seguía dentro de ese clima Beatles y por supuesto era lo único que escuchaba, cuando podía, porque no estaba en mi casa, y así llegué a fastidiar completamente a unos amigos en cuya casa escuchaba los discos. Creo recordar que tenían uno solo... En la novela hay una mujer que se llama Ana, y es el título de un tema de los Beatles; otro personaje se llama Giménez, y ese nombre surgió del hecho de que un niño que yo conocía, cuando escuchaba ese tema que dice "Hey, wait a minute Mr. Postman", en lugar de "wait a minute" entendía "Giménez". Cuando buscaba un nombre para ese personaje se me apareció ese Giménez y me resultó único, no pude cambiarlo por ningún otro.
En otros casos la música que escuchaba casi exclusivamente mientras escribía también se coló en los textos;
La muerte y la niña y
La trucha (si no recuerdo mal, ambos de Schubert) están citados expresamente en
Caza de conejos, y es probable que
La trucha, en especial, me haya dado el impulso para muchos pasajes con conejos (no con truchas).
Nick Carter no puede resistirse a bailar un vals de Strauss, que era lo que yo estaba escuchando mientras escribía.
No me acuerdo de otros ejemplos, pero sin duda los hubo.
Hablando de Nick Carter, ahora el folletín goza de un cierto prestigio intelectual pero para la época en que fue publicado era algo que pertenecía a lo despreciable, a lo demasiado menor. ¿Qué te lleva a escribir un folletín en ese momento?
Bueno, no escribí un folletín, sino algo que no sabía lo que era (y que mientras lo estaba escribiendo pensaba: "esto no me atreveré a publicarlo".) No exactamente desprecio, pero lo que sentí por ese libro en un primer momento fue que se trataba de algo menor, de simplemente escribir para divertirme. Tal vez por eso le haya añadido eso de "folletín", aunque no estoy seguro de que lo haya añadido yo; tal vez se le ocurrió al editor, desde luego con mi aprobación. Del mismo modo que inicialmente no acepté firmarlo como Levrero, para quien reservaba lo que creía que era lo mejor de mí mismo, y dejé al criterio de los editores que lo firmaran con el seudónimo que quisieran inventar. Me sorprendió, al verlo impreso, que llevara mi nombre y apellido.
Nick Carter fue escrito durante tres o cuatro días "en forma demencial". ¿Podés dar más detalles?
Escribiendo todo el tiempo a toda velocidad, apurándome para poder atrapar todas las imágenes que me pasaban por la mente, y escuchando continuamente una y otra cara del mismo disco de valses de Strauss. Breves interrupciones para satisfacer las necesidades básicas. Pero un tiempo después de terminado, lo rearmé, le agregué algún trozo, cambié otros de lugar. O sea que en realidad llevó más tiempo.
Además de Nick Carter, a fines de los 80 publicaste en Página 12 otro folletín, si mal no recuerdo La Banda del Alacrán o del Escorpión, (perdón por la desmemoria pero no pude encontrar los recortes en mi archivo y las bibliografía que tengo no aparece)que, por alguna razón tengo la impresión que quedó inconclusa cuando finalizó el suplemento de verano.
Ciempiés.
La Banda del Ciempiés es una novela inédita, rara, escrita en Buenos Aires cuando dejé de trabajar en la oficina. No recuerdo cómo ni de quién surgió la idea de publicarla resumida en
Página/12; sí recuerdo que en una conversación telefónica, Osvaldo Soriano —el lector de
Página que debía decidir sobre su publicación (y a quien no llegué a conocer personalmente, por esas cosas de la vida)— me largó la idea de "folletinizarla", es decir, dejar picando una situación de peligro en cada entrega de la serie. Se acordaba de las películas en episodios que pasaban cuando éramos chicos, y cómo por ejemplo un episodio terminaba con un auto explotando y cayendo a un barranco, con el héroe adentro, y cómo después de pasar una semana en vilo hasta el próximo episodio, la situación se resolvía con el héroe levantándose del suelo y sacudiéndose la ropa tranquilamente. La idea me gustó, y si no me hubiera gustado era lo mismo, porque de algún modo en ese momento Soriano era "el patrón" y yo iba a cobrar muy bien, pero me gustó, y así lo hice. La publicación no se interrumpió; se cumplió puntualmente. Esa serie folletinesca está lejos de ser la novela; creo que la parte principal, que es distinta, "existencial", no figura allí para nada; sólo los momentos de acción.
Los folletines me pueden llegar a gustar mientras no sean muy pesados. Hay algunos que son obras maestras, pero la mayoría son pura basura. Por otra parte, no sé si algunas cosas que yo considero folletines lo fueron realmente alguna vez, o si ya salían en volúmenes independientes, como Fu Man Chú y Fantomas, que me gustan mucho. Creo que lo que me gusta, más que el folletín, es el "pulp".
Otros géneros menores también han sido objeto de tu atención, uno de ellos es la historieta. Contame sobre Santo Varón y Los profesionales, cómo surgen, cómo fueron esas experiencias. ¿Hiciste otras?
Esas dos series surgieron de la alianza con Lizán, alianza inspirada por Elvio Gandolfo, en un momento en que la historieta tenía sus posibilidades económicas en el Río de la Plata. Las hicimos con intención comercial, y cuando dejaron de dar ganancias, paramos. Pero nos divertimos mucho; fue una gran experiencia. Trabajar en colaboración en Lizán es un verdadero lujo; capta exactamente las intenciones del guión, les da a los personajes la imagen exacta, y hace aportes de todo tipo, tanto argumentales como de guión. Por otra parte creo que aún sin el bajón económico, las series tendían a agotarse; no me gusta trabajar sin inspiración, porque eso es justamente trabajar, y no me gusta trabajar.
¿Leés historietas?
Ahora casi nunca. Durante muchos años releí una y otra vez
La pequeña Lulú, colección que debí vender en un mala racha, y casi todas las "cómicas" y algunas "de aventuras", de aquellas mexicanas, especialmente las de
Superman y las de
Batman. Creo que las últimas que me entusiasmaron fueron las de
El Hombre Araña, las de
Hulk y unas cuyo nombre no recuerdo, que eran varios superhéroes, entre ellos alguien llamado algo así como "la Masa", un tipo de piedra. Además de Lulú, mi favorito es Mandrake. Tengo una colección de catorce libritos que salieron en España, desde la primera historieta, cuando Narda trataba de matar a Mandrake. Hace años que espero el número 15, pero no sé si llegó a aparecer.
No me gustan las contemporáneas, la mayoría con dibujos muy pretenciosos y argumentos pobres, repetitivos o incoherentes. Las de Moebius son el paradigma de lo que detesto en historieta.
También los crucigramas son una referencia importante en tus actividades para-literarias...
Ya ves que las razones económicas son importantes en todas mis actividades, salvo en los relatos o en las novelas (mis "espacios libres"). Los crucigramas comencé a hacerlos cuando se inició la revista
Juegos, creada por Jaime Poniachik, al principio como un suplemento de
Humor. Durante unos meses viví de eso, hasta que de pronto el peso argentino dejó de tener valor en Uruguay. Pero me significó un buen entrenamiento, y cuando Jaime se independizó de
Humor y se creó la empresa
Juegos & Co., me fui a vivir a Buenos Aires y desde el día que llegué empecé a trabajar para esa empresa. Duré tres años, en el único trabajo en dependencia que tuve en mi vida. Después las revistas de ingenio se modificaron, se simplificaron y ya no había margen de creatividad. Mi papel como jefe de redacción se fue desplazando más bien hacia el control de los empleados, ver si marcaban la tarjeta en hora y ese tipo de cosas, y ahí planté. Entonces, como free lance, enganché un trabajo de crucigramista con una empresa de EE.UU. que distribuía materiales en diarios latinoamericanos, y seguí un tiempo con eso, incluso cuando volví al Uruguay.
¿Seguís haciéndolos?
No sigo haciendo juegos de ingenio ni crucigramas porque ya perdí el entrenamiento, y además nadie me paga para que los haga. Pero creo que aunque me paguen tampoco podría hacerlos; recuerdo que como free lance en Buenos Aires seguí ligado a la empresa
Juegos & Co., y llegaba a hacer cuatro o cinco juegos de ingenio por día, algunos bastante difíciles. Al tiempo de estar en Uruguay, y enfrentando nuevamente dificultades económicas, traté de hacer alguno, y me fue imposible; ni siquiera me daba la cabeza para uno sencillito. Creo que aquella intensidad de trabajo me dejó anulado, como traumado, para esas cosas.
¿Te parece que se relacionan los crucigramas con tu literatura o son dos actividades paralelas?
No veo ninguna relación directa entre los crucigramas y mi literatura, salvo el hecho de que en ambos casos se usan palabras. Pero también los crucigramas necesitaban, en mi caso, inspiración. Una vez hice la prueba de hacer un crucigrama sencillito, del tipo de los que vendía aquella empresa norteamericana antes de que yo empezara, y me tomé el tiempo y vi que me llevaba diez minutos. Pero no podía hacerlos así; tenía que ponerles un desafío, poner palabras poco aptas para combinarse con otras (recuerdo por ejemplo "Faulkner", "Dostoievsky"...), y cada crucigrama me llevaba aproximadamente una hora y media de trabajo, o dos. Insisto: si el trabajo no es juego, no es desafío, no es diversión, es trabajo puro, y no puedo hacerlo; siento un rechazo visceral.
A los 21 o 22 años hiciste un par de películas mudas. ¿podés contarme de qué se trataban? ¿Se conservan estas películas? ¿Hiciste alguna otra incursión en el cine (más allá de como espectador, por supuesto)?
Cuando terminé el montaje de esta película preparé una exhibición para un grupo de amigos. Pocas veces en mi vida sudé tanto, porque pasaban las escenas cómicas y nadie se reía. Fue un fracaso total. El montaje, según me di cuenta, estaba fuera de ritmo; los fragmentos de película eran muy largos. Empecé a cortar y cortar, y de veinte minutos quedaron diez. Pero ahí funcionó perfectamente.
Esta película apareció recientemente en manos de un conocido, después de haber pasado por no sé qué cantidad de manos. Dice que la copió a video y se ve muy bien. Yo quedé en ir por su casa para que me diera el original y una copia del video, pero de esto hace alrededor de un año y todavía no fui. Tendría que ir, supongo.
Ambas películas en 16 mm., mudas, fueron filmadas en cámara acelerada, imitando a las películas de la edad de oro de la comedia.
Ya que las razones económicas son importantes: ¿Cómo te ganás y te has ganado la vida?
Tuve librería de viejo durante diez años. Después de empezar a escribir necesité todo el tiempo para escribir, y no me hagas acordar de los malabarismos, las privaciones, las ayudas múltiples recibidas, las aparentes casualidades, la mano de la Providencia que casi siempre llega a último momento... Actualmente no tengo la misma urgencia por escribir, y me gano la vida más seriamente, con talleres literarios y escribiendo cosas livianas para revistas.
¿De qué escritores sos amigo (o, al menos, tenés una relación personal)?
Prefiero no contestar esta pregunta; me voy a olvidar de alguien y se va a ofender con toda razón. Aunque puedo mencionar a Elvio Gandolfo, una amistad que tiene muchísimos años.
¿Mascotas? ¿Hobbies? ¿Vicios?
Computadora. Cigarrillo. Café.
Viviste en Buenos Aires y Colonia y ahora en Montevideo? ¿Cuál preferís? ¿Por qué las otras no?
Buenos Aires, no, por el estrés; y es una pena porque es una maravillosa ciudad, que extraño mucho; Colonia, bella ciudad, no, por el clima y por la falta de estrés. Claro que ahora el clima de Montevideo se está pareciendo cada vez más al de Colonia, pero ya quedé anclado aquí y no veo cómo mudarme a un lugar mejor.
Una de las cosas que más me sorprendió de Fauna es la ajustada descripción de lo que era jugar a los flipper a fines de los 70. La dedicatoria a Gottlieb hace más fuerte la certeza de que no se trató de una "investigación a la escritor yanqui" sino que realmente te gustaba jugar al flipper. ¿Es así o me equivoco? ¿Seguís jugando al flipper? ¿Y a los videojuegos? ¿Hay favoritos? ¿Tu computadora tiene juegos? ¿Cuáles? ¿Qué otros juegos te gustan?
Efectivamente, fui un adicto a los flippers. Durante la dictadura casi caigo preso un par de veces por estar jugando a medianoche en esos locales, y cuando venía la policía en su ronda en busca de menores (que no podían estar después de medianoche en esos locales) de paso me pedían documentos a mí, que andaba por los treinta y cinco años. El caso es que me costaba permitir que se perdiera una bola y no respondía de inmediato, sino que seguía jugando unos instantes más. No me llevaron no sé por qué, pero vi claramente en las caras que estuvieron a punto.
No sigo jugando con flippers; cuando vinieron las máquinas electrónicas les fui perdiendo el gusto. Me atraían mucho las electro mecánicas, que tenían una estética maravillosa. Las que vinieron después tienen un estilo más bien lavado, publicitario.
A los video juegos siempre los odié. Después vino una cosa que se llamaba "family game", y ahí me hice adicto a algunos juegos, como el tetris, pero por breves períodos. Actualmente atravieso épocas de intensa adicción a algunos juegos que tengo en la computadora, de barajas (Free Cell, Golf, Hearts) pero no son períodos largos; no es como la adicción a la programación en los lenguajes Basic, que con mayor o menor intensidad siempre está ahí, desde hace unos cinco años.
Alguna vez dijiste que simultáneamente con el comienzo de tu escritura "comencé a padecer de telepatía". ¿Cómo es eso? ¿Seguís padeciendo de telepatía?
Sigo padeciendo. En realidad, nunca puedo estar seguro
de que una idea que se me ocurre sea mía. Ejemplo: recibo un
mail desde París de una persona que me dice que me apure a contestar
su mail anterior, porque al otro día se va para Italia. Le respondo
de inmediato, preguntándole a mi vez si es un viaje definitivo
o si se va de vacaciones por unos días; que ahora no le puedo
dar una respuesta a su mail anterior, porque es complicada; y le pido
que me diga si puedo seguir escribiendo a la misma dirección.
Es más o menos medianoche. Envío este mail. Después
de un rato, me pongo a escribir un texto acerca de ciertas presencias
inasibles que se intuyen en el silencio de la madrugada. De pronto,
me acuerdo de otra historia, súbitamente, y en el mismo texto
escribo: "CORTE" y continúo con esa otra historia. Es aproximadamente
la una de la mañana. Termino de escribir a eso de las dos. Guardo
este archivo con el nombre
SATORI.DOC,
ya que la historia escrita después de ese corte refiere a un
hecho que podría corresponder a los que los orientales llaman
"satori". Hago otras cosas, y a eso de las cuatro, antes de apagar la
computadora, decido chequear nuevamente el correo. Hay un mail de esta
persona que viajaba; me dice que sólo se va por una semana, y
que a su regreso espera encontrar mi respuesta. Termina despidiéndose
así: "No dejes de escribirme, porque cada mail tuyo es para mí
como un satori". Ese mail fue enviado a las 7:00, hora de París,
que equivale a la 1:00, hora local -la hora en que yo escribí:
"CORTE". Estas cosas son muy frecuentes. Con la velocidad de las comunicaciones
por correo electrónico se pueden detectar mucho más a
menudo. Como la vez que se me ocurrió enviar cierta información
a otra persona, y en el momento en que envío el mail, entra en
mi casilla otro mail, de esa persona. En el mensaje me pregunta lo que
yo acababa de responderle (sin saber que le estaba respondiendo).
Contame sobre el Manual de Parapsicología. ¿Cómo surge el libro y tu interés por el tema? ¿Seguís interesado? ¿Cuánto de la parapsicología se ha colado en tu escritura?
El
Manual fue un encargo del profesor Torri, un ex sacerdote, parapsicólogo, que fue mi terapeuta parapsicológico y mi amigo. Él tenía (ahora está retirado, según creo) una notable presencia escénica y un notable don de orador, pero fallaba totalmente en la parte teórica, y necesitaba una base bien estructurada para dar sus cursillos. Mi manual casi no tiene aportes personales; apenas la ordenación de materiales ajenos, entre ellos los libros de González Quevedo más algunos clásicos. La edición de Ediciones de la Urraca está plagada de erratas, algunas muy serias porque me hacen decir estupideces. Por otra parte, no lo escribí pensando en publicarlo, y habría merecido un tratamiento más serio de mi parte; con todo, es el único material que conozco que tiene una exposición ordenada y bastante decente de los temas.
Mi interés por la Parapsicología surgió, naturalmente, por padecer de fenómenos telepáticos, a los que si no les ponés algún marco razonable te pueden llegar a enloquecer.
La novela
Fauna es de inspiración parapsicológica, directamente. No se me ocurre otro ejemplo. En cambio, la fenomenología paranormal sí me ha afectado en la creación de algunos textos, es decir, hay casos en que pude darme cuenta; tal vez me haya afectado en todos, porque se escribe en un estado de concentración que es prácticamente un estado de trance, y los fenómenos paranormales suelen producirse en estados de trance.
Parapsicología, telepatía, ¿qué otra "ciencia oculta" más ha sido de tu interés?
La Parapsicología no es una ciencia oculta, y la telepatía tampoco. La Parapsicología es un intento científico que no ha recibido la aceptación que merece y que, en cierto momento, fue catalogado como top secret por las grandes potencias. Creo que se ha seguido investigando y se ha llegado muy lejos, pero por ahora no hay acceso a esos materiales.
La telepatía no es una ciencia sino un fenómeno natural.
Dejé de interesarme por las ciencias ocultas hace muchísimos años, cuando vi que de ciencia tienen poco. O tendrán mucho, pero se manejan con símbolos que sólo se explican a los iniciados en algunas sectas, y yo no me llevo bien con las sectas ni con los partidos ni con ninguna otra forma de organización.
¿Tenés alguna anécdota o experiencia en el ámbito de lo parapsicológico que quieras contar?
Habría cantidad... casi todas intrascendentes. La más llamativa es, quizás, una mordedura que me apareció en la espalda porque una mujer había soñado, a 100 kilómetros de distancia, que me mordía la espalda. (Esto debe entenderse como una forma de somatización a partir de la captación telepática del sueño de esa amiga). Otra, muy curiosa: sueño que una amiga es perseguida en el mar por un pez espada. Se lo cuento por mail. Al día siguiente, me da por escribir en una pared (a raíz de una historia paralela que no vale la pena contar), con letras rojas, "VIVA LA VIDA". Al otro día recibo un mail de mi amiga, quien a partir del sueño que yo le conté recordó un sueño de ella, parecido, de tiempo atrás; me cuenta en ese mail que en ese sueño ella era perseguida por un pez enorme y se ocultaba entre unas rocas, y escribía con letras rojas "VIVA LA VIDA". Yo estoy seguro de que estas cosas pasan todo el tiempo, pero no las hacemos conscientes o no recibimos la información o la confirmación por otras vías. El e-mail ayuda mucho a cobrar consciencia de estas cosas, por la velocidad de transmisión.
En El alma de Gardel (pero también en Fauna y en Desplazamientos) cuando el narrador habla de sí mismo uno siente la tentación de leerlo como "autobiográfico" ¿Cuánto hay de cierto en esta percepción? ¿Cuánto hay de Mario Levrero en ese narrador? ¿Y de Jorge Varlotta?
Hay mucho, o quizás todo, tanto de ML como de JV, pero no es algo exactamente autobiográfico, o no siempre. Últimamente sí, apenas si escribo alguna cosa que no me haya sucedido; en algunos casos es un relato casi simultáneo con los hechos vividos, como
Diario de un canalla y
El discurso vacío, que no tienen una sola palabra de invención. Pero durante mucho tiempo, si aparecía algo autobiográfico estaba muy disimulado, incluso para mí; aparecían cosas personales muy envueltas en símbolos y disfraces. Sin embargo, todo lo que escribí fue de alguna manera "vivido"; no trabajo con invenciones intelectuales, sino que escribo, como creo haber dicho, mirando hacia adentro y observando lo que allí veo. Hay algunos casos de textos que tienen "puentes" de invención intelectual entre algún fragmento y otro, y me parece una desprolijidad, una falta de paciencia para investigar mejor y descubrir qué había en lugar de esos puentes. Cuando se da eso, lo considero un texto fallado, como es el caso de
El lugar, donde hay una primera parte vivida de punta a punta, un puente con mucho de invención intelectual, y una tercera parte muy vivida también, pero que no corresponde a la inspiración que le dio origen a la novela. Es decir, para mí sólo cuenta la primera parte, y durante mucho tiempo enterré esa novela; se publicó incluso mucho después de
París, aunque la precedía. No recuerdo cómo fue que decidí publicarla, pero sigo pensando que no está bien.
Mucho material es autobiográfico en la medida en que puede ser autobiográfico un sueño.
Por otra parte, hay algunos casos (el más evidente para mí es
El alma de Gardel) en los que, partiendo de un personaje a mi imagen y semejanza, en cierto momento comienza a distanciarse y a actuar por su cuenta. El protagonista de
El alma de Gardel terminó por serme antipático y hasta repulsivo. Creo haber sembrado algunas pistas que insinuaban la imagen que yo me iba formando de él, una especie de enano gordo y medio deforme, y seguramente mentiroso; hay cantidad de cosas que no dice, y yo no sé si las oculta a sabiendas o si es inconsciente de que las oculta, si se le borraron realmente de la memoria. Lo difícil de aceptar es la evidente realidad de que esos elementos antipáticos y desagradables están en algún lugar dentro de mí.
El final abrupto de El alma de Gardel me desconcertó un poco. ¿Podrías explicar por qué termina así? ¿Y por qué la terminaste así?
Cuando acordamos publicar el libro en la editorial
Trilce,
el editor, Pablo Harari, después de que nos habíamos puesto
de acuerdo en los términos esenciales del contrato, me dijo:
"Bueno. Ahora hay una cosa que..."; yo levanté una mano para
interrumpirlo. "Nada que hacer; el final es así. Me rompí
la cabeza tratando de modificarlo, y fue imposible; no le puedo tocar
ni una coma". Yo tampoco lo entiendo y me parece aberrante, pero para
mí tiene la fuerza de la verdad; una verdad que no comprendo
(pero que en este último año comencé a intuir. El texto que te envié,
Satori,
te puede dar alguna pista).
Ya que surgió un par de veces el tema de los nombres, ¿Cómo se llevan Mario Levrero y Jorge Varlotta? ¿Y ambos con los demás (Lavalleja Bartleby, Alvar Tot, Sofanor Rigby, etc.)? Sería interesante que además contases cómo, cuándo y por qué nacen cada uno de estos ¿heterónimos?, qué han hecho cada uno de ellos y cuál es su "estado de salud" actual.
Te faltó mencionar a mi querida Tía Encarnación.
Bueno, no tengo una personalidad tan dividida como para que los heterónimos o seudónimos se peleen entre ellos. Sí he advertido que cuando escribe Levrero se divierte burlándose de mí. En los relatos en que aparece un idiota, por ejemplo, me doy cuenta de que el idiota es mi yo cotidiano, que al parecer divierte muchísimo al escritor que vive en mi inconsciente porque lo considera poco menos que un débil mental, y creo que con razón. Mi yo cotidiano no es escritor ni tiene grandes valores propios; todos los valores que pueda tener provienen del inconsciente.
Lavalleja Bartleby es un humorista "culto", por la elección de los temas y porque afecta trascendencia, y se preocupa por expresarse con un estilo literario que recuerda un poco a Borges.
Tía Encarnación es la encarnación de mi sentido del humor más grueso y directo; dice cualquier disparate y acumula golpes de efecto, uno tras otro.
Alvar Tot es crucigramista y creador de juegos de ingenio, muchos de ellos inventados por él, como el "crucigrama con pistas".
Los otros seudónimos son más bien circunstanciales; aparecieron una, dos o tres veces; no tienen trayectoria.
Actualmente no existe ninguno en actividad, y Jorge Varlotta se disfraza de Mario Levrero por razones de estrategia, como por ejemplo para conseguir alumnos de taller literario o publicar en revistas unos textos que Levrero no termina de aprobar del todo. Creo que algunos trastornos de conducta que padezco actualmente se deben a la venganza de Levrero por ese tipo de cosas.
Esos textos para revistas son las Irrupciones. ¿Desde cuándo y por qué las escribís?
La primera fue enviada a la revista
Posdata el 5 de febrero de 1996, respondiendo a una invitación de quien entonces era la jefa de redacción de la sección Cultura, Lucia (pronúnciese "luchía") Calamaro (a) "La tana". Las escribía porque me pagaban para ello. Después de un par de años interrumpí las
Irrupciones durante otro par de años, porque pensé que esa forma de escribir a ritmo semanal me impedía escribir otras cosas de más vuelo, o más íntimas (porque escribir para una revista es exponerse a los ojos de mucha gente que no son exactamente lectores; el libro tiene mayor intimidad, porque suele circular entre gente más afín con uno, los lectores propiamente dichos). Escribir para una revista me lleva a ejercer una forma de autocensura muy limitante.
Este año recomencé la publicación de las
Irrupciones semanales (simultáneamente con una historieta mensual, historieta dibujada en 1972 y pulida ahora con mucho trabajo en la computadora) porque necesitaba desesperadamente dinero, y por otra parte en esos dos años de vacaciones no había escrito nada. Hace poco volví a interrumpirlas porque la revista no anda bien económicamente y tengo grandes dificultades para cobrar, de modo que en lugar de resolverme un problema me crea otros.
De tus libros, ¿cuáles son tus favoritos y cuáles no?
Mi novela favorita es la única unánimemente repudiada por los críticos y por los amigos:
Desplazamientos. Hace unos días un amigo que es muy lector de mis cosas me devolvió sin leer el ejemplar que le había prestado, y esto no es ninguna novedad. Todos me dicen: "no puedo leerla". Este amigo lo hizo por autoprotección, conscientemente, porque sufre de depresiones y sintió que la novela lo iba a sumergir en uno de esos estados del que después le cuesta salir. Es probable que a muchos les pase lo mismo, pero no se dan cuenta; simplemente "no pueden leerla".
No me arrepiento de haber escrito nada, al menos que me dé cuenta en este momento. No me gusta nada la
Novela geométrica, y ya te hablé de los problemas que tiene
El Lugar; pero me parece bien que las haya escrito, e incluso publicado.
El Lugar le gusta a mucha gente; es mi novela más popular, y la que me dio a conocer fuera del grupito de amigos; y sé de algunos que adoran la
Novela geométrica. Yo no comparto ese gusto, pero me alegro de no haberles privado de algo que les cae bien.
Los personajes femeninos son de suma importancia en tu obra y entablan siempre una relación perversa con el narrador, muy cargada de erotismo y crueldad. A la vez son idealizadas, son objetos de un deseo romántico y "puro". Más allá de que la biografía y la obra no tienen por qué coincidir y de que las preguntas que siguen pueden herir tu intimidad, ¿cómo es tu relación con las mujeres? ¿Coinciden las mujeres reales con las mujeres levrerianas? ¿Te obsesiona el sexo como a algunos de tus narradores? ¿Tenés una colección de calendarios eróticos como el narrador de El alma de Gardel?
Las respuestas a las tres últimas preguntas son todas afirmativas. Desde
El alma de Gardel mi colección de fotos se incrementó notablemente gracias a Internet.
En cuanto a la primera pregunta, es difícil de contestar; a nivel de pura amistad me relaciono con muchas mujeres (y muy pocos varones); la presencia femenina me resulta indispensable, algo así como el oxígeno. Siento que esa sola presencia me acomoda cosas en el cuerpo y en el alma; son como un agente de salud. Con los hombres, incluso con los mejores amigos, hay cierta agresividad ineludible, mutua, que siempre lo mantienen a uno en cierta tensión; con las mujeres, en cambio, la comodidad es perfecta. En cuanto a las relaciones de pareja, soy lo que se llama monógamo, mientras dura esa pareja. Si hay convivencia, ya esa comodidad de la presencia femenina va desapareciendo y puede transformarse en luchas territoriales y distintas formas de competencia. Cuesta mucho que una mujer con la que se convive respete la intimidad y la necesidad de soledad de su pareja; y especialmente sienten la literatura como una rival femenina; hacen lo posible para que uno no pueda escribir. A los sesenta años sólo puedo anotar un caso que es la excepción a esta regla.
También en tu obra es muy fuerte la presencia de lo paranoico, y aparecen personajes ambivalentes, cómplices del narrador pero que también lo traicionan. El "otro" siempre es un potencial enemigo. ¿Cuánto hay de esta percepción en tu vida real? ¿Hay razones para la paranoia?
Cuando trabajaba en
Juegos & Co. a veces venía Gimenez (Gimenez se escribe así, sin tilde. Es el músico, escritor y periodista Eduardo Abel Gimenez), jefe de redacción de
Juegos en aquella época, y me pedía de apuro alguna frase "célebre" para una sección fija. Un día le di una frase propia que se me ocurrió en el momento: "Los paranoicos tienen razón". Después vi esa frase en otros lugares y no creí que me la hubieran copiado, sino que parece ser un descubrimiento de ésos que mucha gente hace en forma espontánea.
Mi teoría es que el paranoico percibe, por medio de la intuición, cómo son exactamente las cosas, y sobre todo las intenciones ocultas de los demás. Esa percepción le llega deformada a la consciencia, más bien como un sentimiento confuso, y se equivoca cuando intenta darle una explicación al sentimiento. Trata de relacionar el sentimiento con algo material, con alguna conducta del otro, con algún indicio, y ahí es donde pierde la chaveta. Yo tengo el mismo tipo de percepción, siempre confusa, pero no busco explicarla de ese modo; simplemente me reservo el dato hasta que el indicio real aparece y me confirma el sentimiento. A veces el indicio no aparece, y descarto el sentimiento como un producto "de la paranoia". Trato de mantener siempre ese tipo de fenómenos en un clima humorístico, y de volcar ese humor sobre mí mismo; me parece que de ese modo la tendencia paranoica no se vuelve patológica.
El paso del tiempo y la muerte también juegan un rol importante en tus obras. ¿Cuánto te obsesionan realmente estos temas y qué hacés al respecto?
Lo único que puedo hacer es crear mecanismos de negación o de evasión. Se paga un precio alto, pero de otra forma la vida es imposible. Cuando la negación o la evasión dejan de funcionar, porque la presión es muy fuerte, no queda otra que escribir sobre eso. Entonces lo negado se pone de manifiesto y hasta se hace público; deja de ser mío y por un tiempo me deja en paz.
Para terminar, tema libre: Escribí algo que quisieras decir y que no te haya sido preguntado en este reportaje.
Nada especial. Sólo agradecerte que me hayas hecho pensar en estas cosas y me hayas permitido ejercer el delicioso arte del narcisismo, hablando del tema que me resulta más interesante.