[Ilustró: Miriam Reyes]
Inmóvil
abandonado a tu pesadez de hombre inmóvil
me miras con antiquísimos resentimientos.

Óyeme bien
soy inocente de tu pasado
no soy tu puta madre
ni tu enferma madre
ni tu loca madre
aunque sea puta loca.
No merezco recibir agresiones ajenas
retrasadas y caducas.
No proyectes sobre mí los espectros de tu niñez
tengo forma, color y dimensiones propias.

Tampoco vengas a mí
llorando como un niño
cuando no lo eres.
este regazo que te acoge también te desea.

No sobreactúes
a mí también me expulsaron del paraíso
antes de tiempo
y sin notificación previa
¿a quién no?

Anda hombre
levántate de ti

No tengo casa a la que volver
ni esperanza de la que colgarme
por eso camino.

Las casas se derrumban a mi paso
la tierra es una alfombra de escombros.
Me detengo a admirar la belleza de las palas mecánicas
los movimientos de las excavadoras me erizan de deseo.
De noche las contemplo:
los perfiles inmóviles de las palas
descansando sobre el cielo azul cobalto
al lado de la luna de luz nacarada
son aún más hermosos que los brazos de los hombres que las manipulan
y las excavadoras
con sus enormes bocas abiertas y llenas todavía
de tierra y escombros
parecen enormes animales muertos.

Mis padres me enseñaron a no tener nunca nada.
Ellos me enseñaron a no volver nunca a casa
a no decir nunca esta casa es mía
aquí me quedo yo
en este lugar que amo.

Cierro la puerta y no necesito mirar atrás para saber
que la casa ya no existe más.
En ninguna parte sin hablar con nadie estoy
pero si nos cruzamos
puedo enseñarte a caminar sonriente sobre la desolación.

Eventualmente paso días enteros sangrando
(por negarme a ser madre).
El vientre vacío sangra
exagerado e implacable como una mujer enamorada.

Si los hijos no salieran nunca
del cuerpo de sus madres
juro que tendría uno ahora mismo
para sentirlo crecer dentro de mí
hasta poseerme como en una sesión espiritista
o como si mi bebé y yo
fuéramos muñecas rusas
una llena de la otra
mamá llena de bebé.

También tendría un hijo
si ellos siempre fueran bebés
y pudiera sostenerlo en mis brazos por encima de la realidad
para que mi niño nunca pusiera los pies en la tierra.

Pero ellos llegan a ser
tan viejos como uno.
No alimentaré a nadie con mi cuerpo
para que viva este suicidio en-cuotas que vivo yo.

Por eso sangro y tengo cólicos
y me aprieto este vientre vacío
y trago pastillas hasta dormirme y olvidar
que me desangro en mi negación.

Mi padre enfermo de sueños
en el asfalto incandescente de cien mil mediodías caminados
bajo el sol en vertical
perdió sus pies
y apoyado en sus rodillas sigue buscando
el camino de vuelta a casa.
Mi padre sueña,
rendido por el cansancio,
que vuelve a su tierra y planta sus piernas y le crecen pies jóvenes
y la savia de su tierra negra le alivia el dolor de las arrugas
y resucita sus cabellos muertos.
Luego despierta en un piso alquilado a la ciudad de los huracanes de la miseria
y blasfema y maldice y no tiene amigos.

Escondido en la noche
papá llora por las certezas que lo defraudaron.
Del otro lado de su piel
mamá llora por mamá
mamá llora por su casa que ya no habita
y por paz y reposo y risa.

Papá y mamá lloran
cada uno a espaldas del otro en la cama
en el más crudo estruendoso hermoso silencio
que modula en frecuencias infrahumanas
sonidos que se articulan como palabras:
"si aquí no estan mis sueños
cómo puedo dormir aquí".

Y que sólo yo escucho
con la cabeza enterrada en la almohada.

Concebida de la nostalgia
nací con lágrimas en el sexo con tierra en los ojos con sangre en la cabeza.
No soy lo que soñaron
como tampoco lo son sus vidas.

Por un lado
la vida que pasa
como un batallón de bárbaros quemando aldeas
y te deja
con ese olor a desolación en los ojos.

Por el otro
cuentas las monedas como cuentas de rosario
para llegar a fin de mes bajo techo.

Este oficio no es más sencillo con la práctica.

Tengo un asesino en mi brazo izquierdo
producto de la más alta tecnología.
Si no fuera por él
mi cuerpo sería una fábrica de engendros satánicos
mi querido psicótico.
No tienes ni una pequeña idea del peligro que corres
tú, hombre,
al internarte en mí.
Eso que tú expulsas
casi como a un desecho
es basura reciclable en mi cuerpo.
Puedo construir muñecos
a tu imagen y semejanza.
Dios me ha dado ese poder
yo lo he disimulado con mi frágil apariencia.
Bastaría con que despidiera a mi asesino a sueldo
para tenerte a mi merced
atacado por un ejército de soldaditos de plomo a mi servicio.
¿O acaso dudas de mis dotes como bailarina?
Miriam Reyes nació en Ourense, Galicia (España) en 1974. Estudió Letras en la Universidad Central de Venezuela. En 1998, mientras residía en Holanda, una muestra de su poesía fue incluída en la antología Feroces. Espejo negro (2001) fue su primer libro de poemas publicado. Lo siguieron Bella durmiente (2004) y Desalojos (2008). Fue finalista del XIX Premio Hiperión de poesía. En su sitio oficial hay poemas, imágenes y videos.