Quiero escribir un cuento, todavía no sé muy bién cómo, aunque ya sé sobre qué. Tengo cierta idea, quizá el título: “Un cuento chino”. Veamos:
Les voy a contar un cuento, que se llama “Mensaje en China de un argentino a otro”:
Una vez yo estaba rodeado de chinos, en China, y me tenía que encontrar con otro argentino que tenía que pasarme unos datos importantes. Cuando al fin lo encontré, me dijo:
–Una vez había un chino. Quería contar un cuento, sobre un argentino que quería comunicarle unos datos secretos a otro argentino sin que nadie más los pudiera descifrar. Y –además– estaban rodeados de gente. Entonces situó a esos dos argentinos en China. En medio de chinos, pudieron pasarse el secreto sin problemas. Tituló así el cuento: “Mensaje encontrado en una caja china”. Empieza así:
En un libro de chistes sobre argentinos, se lee lo siguiente bajo el título “Un cuento chino”:
Había una vez un chino y un argentino, cada uno en su respectivas antípodas, que leían una gigantesca cinta de Möbius (del tamaño del diámetro de la Tierra, a la que rodeaba) que contenía un extensísimo cuento, casi infinito, importantísimo, verdadero, secreto, ilegible puesto que era extensísimo y casi infinito –y por eso era un secreto, a pesar de estar más expuesto que cualquier cosa manifiesta–, escrito mitad en chino y mitad en argentino, y que –si se cortaba longitudinalmente por la mitad como hay que cortar estas cintas– generaba un mensaje incomprensible, un tango koan. El argentino cortaba la cinta y así era el mensaje:
El maestro Tsao In Wul tenía discípulos en las cuatro esquinas del orbe. Uno de ellos, el argentino Pascual Contardi, le preguntó una vez:
–Maestro, digamé, usté que sabe una bocha: ¿Qué es el tango?
–Si lo supieras, no haría falta que me lo preguntaras; si lo preguntas –y si eres inteligente, o sea si sigues los preceptos de la Lógica– es que no lo sabes; si no lo sabes de nada te serviría que yo te diera la respuesta correcta a tu pregunta puesto que no la entenderías –ya que sigues los preceptos de la Lógica–; si lo preguntas pero lo sabes es que quieres ponerme a prueba, cosa poco inteligente o más que inteligente, y como no sigues los preceptos de la Lógica entonces deberías poder descubrir por tí mismo el Misterio, aunque quizá seas tan inteligente que ni siquiera puedas excluir totalmente de tu mente a la Lógica, cosa que te convierte en el peor de los imbéciles. Dice el poema: El cervatillo escondido en la lenta arboleda no bebe del lago en que se refleja la luna plateada.
–¿Qué?
–Conocer y acatar la Lógica requiere inteligencia. Descubrir el Misterio requiere ser más que inteligente, para lo cual hay que abandonar la Lógica, para lo cual hay que haberla conocido antes. Si tu rechazo por la Lógica está basado en el absoluto desconocimiento de la misma, o si no puedes desprenderte por entero de ella, es que estás en las antípodas del Misterio, o sea eres un argentino común, lo cual es decir que tienes el cerebro muerto.
–No cazo un fulbo.
–No existe el tiempo, no existe el espacio. Entonces no existe tal cosa como el movimiento. Ni existe tal cosa como el sujeto. Algunos bailes son sentimientos tangueros. Algunas músicas se bailan. El baile supone el movimiento, el cambio. La música también, ya que se desarrolla en el tiempo y el espacio. Un sentimiento pertenece siempre a un sujeto. Alguna música es tanguera. Por ende, el tango existe sólo como accidente de una sustancia inexistente.
–Fierita, parlame en crioyo.
–Dice el comentario del anterior poema: El zorro que bebe del lago en que se refleja la luna trata de escapar de los cazadores, pero no lo logra; no puede escapar; no puede escapar puesto que harían falta cazadores, y no hay cazadores; por lo tanto es atrapado, ya que no puede escapar. Entonces, agoniza. En cuanto a tu pregunta inicial: Un nombre designa lo que falta a la cosa para llegar a ser el Todo. Un nombre denota lo que no existe en la cosa, lo que la cosa rechaza, lo único que la cosa no es; esa falta, la diferencia entre el Todo y la cosa, es la particularidad de la cosa que la distingue de todas las demás; pero esa particularidad no es su sustancia, su sustancia es justamente todo el resto, es decir la diferencia entre el Todo y el nombre de la cosa. A esto no podemos darle nombre, pues si lo hiciéramos significaría que es todo excepto sustancia. Habría que decirlo sin palabras, sin pensamiento. Dice el análisis del anterior comentario: En la plateada esfera del reloj las horas que agonizan se niegan a pasar, porque en la larga noche el minutero muele la pesadilla de su lento tic tac. Si te rindes a la evidencia de las percepciones sensoriales, las agujas del reloj se mueven; si te atienes a la verdad, el movimiento no existe. Respóndeme, rápido: ¿qué es un reloj?
–¿Qué corno decís, vieja? ¿Es una joda?
–Un cazador se despierta de un mal sueño, sólo para ver que no es un cazador acostado en una cama, sino un cervatillo que bebe agua a la orilla de un lago.
El mensaje era incomprensible para el argentino, claro está.
El chiste adquiere gracia cuando se lo traduce al idioma chino.
–Pero ¿Y cuál era el secreto?
–Un cuento chino.
Pablo Contursi nació en 1974 en San Miguel (Pcia. de Bs. As., Argentina). Es baterista, docente, webmaster y escritor. Ganó un concurso literario en España (Ciencia Infusa 2003: poesía futurista, urbana y de ciencia ficción), otro en Argentina (2do. premio en Concurso Internacional de Formas Breves 2002, organizado por la extinta revista La Mala Palabra) y escribió cuentos para la marca de ropa Agente 13. Desde 1998 hasta 2010 formó parte de Panza, con quienes grabó ocho discos. Actualmente es baterista de Uno x Uno