Según cuenta la leyenda, en el otoño de 2005 un fan rumano invitó a The Residents a probar el nuevo estudio de grabación que había construido. Como justo para esa época el estudio de la banda estaba en reparaciones, decidieron aceptar la oferta y se subieron a un avión a principios de 2006, sin mayores pretensiones que registrar un par de temas y hacer turismo en Rumania. Ya en el avión, luego de grabar algo de audio ambiente y quizás haber visto una superproducción hollywoodense intrascendente, el proyecto fue creciendo hasta alcanzar las proporciones de un álbum completo. Y cuando llegaron a Rumania y descubrieron que el estudio de marras no estaba en Bucarest sino en Transilvania, la idea tomó su forma definitiva: contar la historia de un vampiro. O de algo parecido a un vampiro, porque el protagonista de Tweedles! no es inmortal ni chupa sangre, sino que es un humano demasiado humano, un psicópata sexual carente de todo tipo de límite moral que se alimenta de los corazones rotos y de las emociones románticas y eróticas de sus parejas ocasionales, alguien que considera que si alguien puede caer tan bajo como para enamorarse de él no merece ninguna piedad.
Y esto es lo que se nos presenta en este trabajo de The Residents, la historia narrada en primera persona de este mal bicho, por momentos cínico, por momentos depresivo, capaz de examinar sus actos pero no por ello capaz de arrepentirse de ellos. La narración es acompañada (tal como ocurría en Dios en tres personas) por una especie de coro griego que va comentando aspectos de lo que el narrador nos cuenta. La voz cantante masculina lo hace desde el punto de vista de lo más "humano" del protagonista y la femenina desde el punto de vista de los otros (o, mejor dicho, de las otras).
Musicalmente, Tweedles! se aparta del camino intentado en el álbum de estudio anterior (Animal Lover) y no se focaliza tanto en las armonías y las melodías sino en las texturas sonoras, las cuales se superponen en un collage auditivo de instrumentos digitales y analógicos con registros de campo (aviones, duchas y otras aguas que corren, músicos callejeros, campanas de iglesia y un pequeño circo rumano) y la participación de la Orquesta Fílmica de Bucarest, que le aporta el tono de banda de sonido que la historia requiere. El resultado es quizás uno de los álbumes musicalmente más intrigantes que hayan sacado en los últimos años y que sorprende al escucha sin por eso distraerlo del aspecto literario y teatral del disco. Y en esto el Resident cantante logra una de sus mejores actuaciones, que lo muestra como un gran narrador oral que sabe cómo atrapar la atención de su público, metiéndose en la piel de este inestable personaje, que va desde la histeria de un maniático incapaz de controlar sus impulsos a un depresivo cínico que sabe que lo que hace está mal pero no por eso se arrepiente.