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Billy el Tonto compró su desayuno a un viejo gordo que cocinaba sus huevos y panceta en una enorme sartén negra. La sartén estaba hecha con metal que había pertenecido a un tanque de guerra que contuvo soldados con heridas que supuraron hasta que apestaron. Y cada vez que el hombre del desayuno le ponía huevos sobre el plato, las amarillas yemas miraban fijo a Billy mientras las cortaba y luego las comía. Billy veía a los huevos como forúnculos hinchados que explotaban al ser pinchados, probó las lágrimas de miedo de alguien e hizo un chiste bobo.2
Vivía solitario dentro de un mundo de dolor ajeno pero aislado de sus alegrías y amores, su vida conservaba su inocencia porque él no podía decir o escuchar una palabra, y liberaba el dolor tan fácilmente como un árbol libera pájaros. Incluso esto lo hacía feliz en forma extraña y graciosa, revirtiendo la miseria en gozo y la agonía en juego. Lo llamaban Billy el Tonto cuando veían su expresión idiota, pero nadie sabía que esta provenía del menos que alegre destino ajeno.3
Un día él encontró a un mono sentado bajo la lluvia. El simio, que de alguna manera había perdido una pierna, muy pronto haría cambiar a Billy. La visión que el mono produjo cuando Billy tocó su garra no fue muy diferente de aquellas que tan a menudo veía: una pequeña niña de cabellos dorados, que también tenía una pierna, lloraba junto a un cuenco de esos que a veces los lisiados utilizan para mendigar. Pero luego llegó otra visión, cuando Billy estaba sentado y mirando fijamente, y se dio cuenta que una vez el mono y la niña habían estado juntos. Con sus dos piernas sanas los lisiados se hacían fuertes mutuamente, pero lo que realmente bajoneó a Billy fue la canción de la niñita. Aislado en su mente, su mundo estaba completo, hasta que una simple canción liberó una necesidad desconocida. Con esa anhelante melodía repitiéndose en su cerebro, Billy titubeó, mirando a la lluvia. Porque, a pesar de las cosas que había visto, siempre quedaba un misterio que se resolvería cuando pudiera explicar el propósito de aquellas otras personas. Pero en el simio y en la niña veía una perfecta utilidad, así que Billy se propuso reunirlos en el tiempo presente.4
Muy pronto el chimpancé lisiado y Billy se pusieron en camino pero entonces otra pregunta apareció y con ella vino la congoja. Si la vida no era más que un vehículo para el dolor él no podía entender por qué era libre, pero esto iba a cambiar muy pronto. Si bien una vez Billy había sido inmune a la agonía y el pesar, ahora comenzaba a sentir las oscuras emociones que tomaba prestadas.5
Muy pronto el dolor fue tan grande que sólo avanzaban de noche, mientras Billy trataba de cegar su mente de todo lo que estaba a la vista. Y la zonza sonrisa que una vez residía en su rostro ahora reflejaba su infectada caída en desgracia. Antes una dulzura irradiaba de sus poros, pero ahora su rostro estaba cubierto de llagas, ronchas y úlceras. Alrededor de las úlceras había un tejido cicatrizado que parecía una viruela y que hacía ver a su piel como unos montoncitos de roca ligeramente barnizados. Los rodeaban pequeñas ampollas que reventaban constantemente. En conjunto su rostro se asemejaba a un árbol navideño carbonizado. Pero a medida que su vida se hundía en un dolor más y más negro, dos compasivos puntos de luz permanecían sin cambios. El mono y la canción siempre estaban allí, sin importar el dolor que él sintiera por la pérdida o la falta de amor ajena. La canción le proveía alimento al vapuleado espíritu de Billy, y el mono lo hacía sonreír mientras perseguían su meta. Hasta que un día Billy sacó al mono del barro y éste jadeó y estornudó y llenó el aire con pequeñas gotas de sangre. Con calor proyectándose de su piel y flujo desde sus ojos, el mono apenas respiró por dos días más y luego murió. El pesar empapó los huesos de Billy y su cuello se entumeció, pero nada lo había preparado para el impacto que estaba por venir. Explotando en un atragantado grito su tristeza era tan grande que borró todo recuerdo de la sagrada canción de Billy.6
Una enorme mano blanca apareció sobre su cabeza al despertar. "Quizás sea Dios" pensó que era lo que había visto, dentro de un largo saco blanco. Cuando su mirada se dirigió hacia donde debería haber una pierna derecha vio una muleta de madera que se apoyaba en el piso cerca suyo. La mano se movió para tocar su mejilla y él rápidamente se llenó con el recuerdo de melodías que se burlaban de su mente, hasta que vio el rubio cabello cayendo por debajo de la cintura de ella y se dio cuenta de que lo que había oído no era otra cosa que una probadita. Inmediatamente su mente estaba ebulliendo con palabras que jamás había conocido, definiendo líneas dentro de la canción con líquidos y livianos tonos. Billy se sentó bien derecho e irradió vida desde lo más profundo de su espíritu, donde una vez había habido dolor y oscuridad. Entonces, al igual que los rayos del sol en el verano llenan el aire de aves, Billy se puso de pie y llenó el aire de palabras:7 - Somos el mundo
Llega el momento cuando debemos seguir un cierto llamado,Versión de Saurio.
Agradecemos a la Cryptic Corporation por permitirnos publicarla aquí.